La pesadilla comenzó cuando los pasajeros del mayor crucero italiano, el Costa Concordia, se habían sentado a cenar, un par de horas después de haber zarpado del puerto de Civitavecchia cerca de Roma. Eran las 21.40 del viernes cuando se escuchó fuerte ruido. Algo había golpeado por el costado al barco, se cortó la luz y, aunque el capitán llamó a la calma aduciendo que sólo se trataba de una falla eléctrica, el llanto de los niños en medio de la total oscuridad no daba lugar a equívocos. Poco después, comenzaba a ser notorio que la gigante embarcación de 114.500 toneladas se estaba inclinando. Los 4.229 ocupantes del crucero, entre ellos 18 argentinos, comenzaron a entrar en pánico. De pronto, unos caían sobre otros, hiriéndose entre sí. Volaban valijas, y botellas y los vasos caían por docenas desde las mesas.

Finalmente el barco volcó y encalló por uno de sus lados en aguas de una profundidad de 15 a 20 metros, y partes de las cubierta quedaron parcialmente sumergidas, a algunos cientos de metros de la costas. Después vendrían as discusiones y las disputas por los chalecos y botes salvavidas. Algunos no esperaron y se arrojaron a las frías aguas del Tirreno. Horas después comenzaba una operación de rescate con helicópteros, barcos y botes salvavidas que duraría toda la noche. ¿Serían ellos los protagonistas de una tragedia como la del Titanic? Afortunadamente, aunque llevaba casi 2.000 pasajeros más, el naufragio del Costa Concordia en el mar Tirreno frente a la isla de Giglio (centro de Italia) dejó hasta ahora el saldo de 3 muertos, 40 heridos y unos 70 desaparecidos. Lejos de los más de 1.500 muertos del fatídico 15 de abril de 1912 cuando el Titanic se fue al fondo del Atlántico Norte tras chocar con un iceberg.

Los muertos son un peruano, miembro de la tripulación, y dos turistas franceses cuyos cadáveres fueron recuperados ayer del mar por los socorristas, que continúan aún con las tareas de búsqueda en torno al casco del barco de casi 300 metros de eslora.

Además de los tres fallecidos, 40 pasajeros sufren heridas de diversa consideración y dos de ellas se encuentran en estado grave, una con un traumatismo craneal y otra en la espina dorsal.

¿Ruta equivocada?

Hasta el momento se desconocen las causas del suceso, aunque se baraja la posibilidad de que el capitán siguiera una ruta equivocada, ya que el buque no debería encontrarse a 500 metros de la costa donde recibió el impacto contra las rocas a ambos lados del barco, que ha quedado escorado a 80 grados y encallado en un banco de arena de 30 metros de profundidad. Por lo pronto, el comandante del Costa Concordia, Francesco Schettino, ha sido detenido acusado de homicidio culposo múltiple (ver aparte).

‘Ha sido una pesadilla, parecía el Titanic, pensábamos morir‘, afirmaron los italianos Silvana Caddeo, Ignazio Deidda y Mirella Corda, quienes se quejaron por la lentitud del rescate.

‘La tripulación no tenía ni idea de cómo evacuar el barco y hubo peleas para respetar el orden de primeros los niños y las mujeres’, comentó la chilena Claudia Fehlandt.

‘La gente estaba tratando de robarse los chalecos salvavidas unos a otros‘, dijo Antonietta Sintolli, de 65 años.

‘Había un pánico y miedo terrible y yo salté al agua y nadé a la costa‘, contó, por su parte, Angel Holgado, de 50 años, un músico que estaba tocando cuando el barco encalló.

‘Vi el faro, sabía que no podría nadar tanto pero muchas personas se arrojaron al mar. Creo que algunos están muertos‘, dijo la pasajera Patrizia Perilli.

Los viajeros fueron traslados en botes salvavidas a Giglio, cuyo alcalde puso a disposición de los viajeros ‘todo lo que estuviera bajo techo‘, por lo que fueron alojados en casas, centros deportivos y la iglesia de la pequeña isla, que permaneció abierta durante toda la noche.

La mayor parte de los supervivientes fueron trasladados a Roma y a Savona para ser alojados temporalmente en hoteles y repatriados posteriormente a sus países.