El Gobierno de EEUU se puso ayer al volante de la complicada industria automotriz del país al forzar la salida del jefe de General Motors Corp (GM), empujar a Chrysler a una fusión y amenazar con declarar en quiebra a ambas lo sacudió a los mercados con caídas generalizadas de las bolsas, el oro y el petróleo.

El presidente Barack Obama les ordenó a las empresas que tomen medidas aún más dolorosas para sobrevivir o que enfrenten la bancarrota. Planteó además, que aunque hagan bien los deberes "será limitada" una nueva ayuda estatal a las firmas, que ya recibieron 17.400 millones de dólares en un plan de rescate.

El Gobierno rechazó el plan de reestructuración presentados por las automotrices para recibir más ayuda del Estado y les dio un ultimátum: A GM le concedió 60 días para hacer una cirugía mayor para salir a flote. Para ello, es necesaria la renovación de la cúpula, algo que ya se produjo con la renuncia obligada del presidente Rick Wagoner.

GM tiene que ser más agresiva a la hora de reducir el número de marcas y modelos así como la red de concesionarios.

Este gigante del motor tiene en EEUU 55 modelos repartidos entre ocho marcas.

Además, GM acumula algo menos de 6.200 concesionarios (en los que trabajan 327.000 personas).

Se considera que el plan actual de la compañía "no es viable", incluso "si mejorase el entorno económico".

La estrategia de la empresa, según el Gobierno, debe pasar por cuatro puntos: lograr unos beneficios sostenibles; contar con un balance saneado; una reducción de gastos agresiva y convertir a GM en un líder.

Para el caso de Chrysler, tras extensas consultas con expertos financieros, se concluyó que la empresa "no es viable por sí sola" por eso forzó una alianza global con la italiana Fiat.

Chrysler no tiene la capacidad financiera suficiente para transformar sus

procesos y productos, mejorar su eficiencia, reducir los costos y ofrecer coches mas eficientes y de menor consumo.

El Gobierno advierte que Chrysler, para ser viable, debe reducir su deuda, sanear su balance, llegar a acuerdos con los sindicatos para reducir los gastos y dotarse de un brazo financiero que facilite la compra de coches por parte de los concesionarios y los consumidores.

Por eso la importancia de la fisión con Fiat.

Fiat es una empresa preparada para transferir tecnología a Chrysler, y se ha comprometido a fabricar una nueva gama de vehículos y de motores eficientes en las factorías estadounidenses.

En un discurso en la Casa Blanca, Obama dejó claro que, a pesar de todos los sacrificios que van a ser necesarios para intentar asegurar la viabilidad de General Motors y Chrysler, la situación obligará a la pérdida de puestos de trabajo y el cierre de fábricas. Con el ultimátum dado a GM y Chrysler se deduce que el Gobierno de Obama no confía que Detroit, la sede de las principales empresas automotrices de EEUU, sea capaz de enderezar la situación y salir de la crisis por sí misma.

Obama culpó a los directores por el crash y afirmó que, aunque el sector del automóvil es demasiado importante para EEUU para permitir que "simplemente se desvanezca", el país tampoco "puede seguir disculpando sus malas decisiones", una referencia velada a la gestión del pasado.