Al cumplirse hoy el primer aniversario de su triunfo en los comicios de EEUU, el entusiasmo suscitado por el primer presidente negro del país, Barack Obama, ha dejado paso a la realidad de gobernar.

Las encuestas indican que en la actualidad su aceptación se encuentra en torno al 55 por ciento, una cifra más que aceptable pero muy alejada del 70 por ciento que superó tras su investidura en enero pasado.

Obama llegó a la Casa Blanca con una gran energía y tan sólo en los primeros días anunció el cierre de la prisión de Guantánamo, un ingente plan de estímulo económico y su compromiso para llegar a la paz en Oriente Medio. Cumplir este objetivo para enero de 2010, como había ordenado, parece prácticamente imposible. Su Administración aún no ha determinado qué hacer con la mayoría de los presos. Pese a su intervención personal en una reunión trilateral en Nueva York en septiembre con el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y el presidente palestino, Mahmud Abás, la reapertura de negociaciones en Oriente Medio parece tan distante como antes. A su vez, la guerra en Afganistán se ha recrudecido, pese a que ya anunció una nueva estrategia en marzo. En Irak, Obama anunció la salida de las tropas de combate para agosto de 2010, y del resto para finales de 2011, pero lo que parecía una estabilización gradual se ha visto sobresaltada por los atentados de los últimos días. Su gran éxito internacional hasta el momento ha sido la negociación de un tratado de reducción de armas nucleares con Rusia, que Washington espera poder concluir para diciembre.

Anoche, el presidente afrontaba su primer test electoral en las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey que según los últimos sondeos, en ambos estados los demócratas iban perdiendo frente a los republicanos. Mientras que en Nueva York se elegía alcalde, una banca en el Congreso más cargos municipales y locales.