Buenos Aires, 23 de Enero.- "Los chimentos dividen a la comunidad, destruyen la comunidad, son las armas del diablo", dijo, contundente, el papa Francisco en su habitual misa matutina en Santa Marta, donde pidió eliminar los chismes, los celos y la envidia de la comunidad eclesiástica.
Además, comentando fragmento bíblicos, Jorge Bergoglio apuntó contra el "gusano de los celos y de la envidia" que se instaló en el corazón de Caín contra Abel, como en el del rey Saúl contra David que mató a Goliat", y destacó que como Caín con Abel, "el rey decidió matar a David".
"Los celos llevan a matar. La envidia lleva a matar. Fue esta puerta, la puerta de la envidia, por la cual el diablo entró en el mundo. La Biblia afirma: «Por la envidia del diablo entró el mal en el mundo». Los celos y la envidia abren las puertas a todas las cosas malas", manifestó, según las palabras recogidas por Radio Vaticana.
"También divide a la comunidad. Una comunidad cristiana, cuando sufre -algunos de los miembros- de envidia, de celos, termina dividida: una contra la otra. Es un veneno fuerte este, es un veneno que encontramos en la primera página de la Biblia con Caín", dijo el Papa.
Jorge Bergoglio continuó con este concepto y agregó que en el corazón de una persona golpeada por los celos y la envidia ocurren "dos cosas clarísimas".
"La primera cosa es la amargura: la persona envidiosa, la persona celosa, es una persona amarga, no sabe cantar, no sabe elogiar, no sabe qué es la alegría, siempre mira qué tiene aquel que yo no tengo", sostuvo. "Esto -enfatizó- lo lleva a la amargura, una amargura que se difunde en toda la comunidad".
"Y la segunda actitud, que llevan los celos y la envidia, son los chimentos. Porque este no tolera que el otro tenga algo, la solución es rebajar al otro, para que yo sea un poco más alto. Y el instrumento son los chimentos. Busca siempre y verás que detrás de un chimento están los celos y la envidia. Y los chimentos dividen a la comunidad, destruyen a la comunidad. Son las armas del diablo", advirtió.
"Cuántas bellas comunidades cristianas procedían bien, pero luego en uno de los miembros entró el gusano de los celos y de la envidia y con esto la tristeza, el resentimiento de los corazones y los chimentos", exclamó el Papa.
"Una persona que está bajo la influencia de la envidia y de los celos, mata -dijo, como señala el apóstol Juan-. Quien odia a su hermano es un homicida. Y el envidioso, el celoso, comienza a odiar al hermano".
"Hoy en esta misa oremos por nuestras comunidades cristianas para que esta semilla de los celos no sea sembrada entre nosotros, para que la envidia no tome lugar en nuestro corazón, en el corazón de nuestras comunidades, y así podamos seguir adelante con el elogio del Señor, con la alegría. Es una gracia grande, la gracia de no caer en la tristeza, en el ser resentidos, en los celos y en la envidia", concluyó el Santo Padre.
