Un ingeniero que había sobrevivido a un terremoto, una madre con su hijo de dos años que se lamentaba por tener que volver a respirar el aire contaminado de Pekín y un maestro que juraba que ‘los cielos lo protegen’ habían subido al vuelo MH370.
Tres niños chinos y dos niñas americanas viajaban, seguramente por primera vez, con sus familias. La semana pasada, el más pequeño de ellos, Wang Moheng, de dos años, disfrutaba con sus padres y abuelos maternos de unas agradables vacaciones en el sudeste asiático. Su madre, de 32 años, colgaba el martes 4 en WeChat, una especie de WhatsApp chino, un mensaje lamentándose de que ‘en pocos días volveremos a estar respirando el aire contaminado de Pekín‘. Por desgracia para ella, sus temores no llegaron a cumplirse.
En el colmo de la mala suerte, Paul Weeks, un ingeniero neozelandés de 39 años, sobrevivió al terremoto que en 2011 azotó su ciudad, Christchurch. Después de trasladarse con su esposa a Perth (Australia), donde tuvieron su segundo hijo el año pasado, se dirigía a Mongolia porque le había salido un magnífico trabajo en sus minas. Antes de partir, se quitó su anillo de boda y el reloj y se los entregó a su mujer. ‘Si algo me pasara, el anillo para el primero de nuestros hijos que se case y el reloj para el otro‘, le dijo.
Según el portal del diario El Mundo, entre los pasajeros estaba el malasio Mohammad Sofuan Ibrahim. Su destino era Pekín. Su sueño inmediato, comenzar con su nuevo trabajo en la oficina del Ministerio Internacional de Comercio e Industria de Malasia. Si el mar y el Boeing 777 no se hubieran encaprichado, se habría convertido en la mano derecha del secretario de Economía.
A Philip Woods, estadounidense de 50 años, la empresa para que la trabajaba le había encomendado un puesto especial. Era ejecutivo de IBM y los directivos del gigante informático le propusieron abandonar Pekín, donde residía, para sumarse a las filas de la sede de Kuala Lumpur.
Liu Rusheng pertenecía a una delegación de calígrafos y pintores que habían expuesto sus obras en Kuala Lumpur. Por ser de Xinjiang, la región musulmana que sufre violentas tensiones independentistas, numerosos internautas chinos lo culparon de inmediato en las redes sociales al conocerse la desaparición del avión. Una semana antes, una decena de hombres armados con cuchillos y machetes, presuntos separatistas de Xinjiang, habían matado a 29 personas en la estación de trenes de Kunming y se lo asociaba automáticamente al terrorismo islámico.
Liu Rusheng, el maestro calígrafo de 76 años, viajaba acompañado de su esposa, Bao Yuanhua, de 63. Tal y como contaba en Weibo, la copia del censurado Twitter, tenía un sello de mármol para firmar sus obras donde rezaba ‘Los cielos me protegen, por eso soy feliz‘. En las redes sociales, sus amigos se preguntan si llevaba consigo dicho amuleto en el fatídico vuelo MH 370.

