Apenas por tercera vez en la historia, el Premio Nobel de Economía tuvo por recipiente a una mujer. Y precisamente, en esta ocasión, la Real Academia de Ciencias de Suecia eligió ni más ni menos a una historiadora, economista laboral y experta en cuestiones de género. Claudia Goldin, profesora de la Universidad de Harvard de 77 años de edad, no es para nada una desconocida ni en la academia ni en la discusión pública en los Estados Unidos. Aunque sus investigaciones giraron por distintas áreas, su trabajo más destacado se enfocó en explicar la brecha de género, moviendo la discusión desde la exigencia de un “igual pago por igual salario” a describir cómo es que la falta de flexibilidad del mercado laboral impide a las mujeres avanzar dada la desproporcionada carga de trabajo hogareño que asumen en sus familias.

La catedrática de Harvard fue premiada “por haber contribuido a mejorar nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral”, según el jurado.

Goldin es actualmente Profesora de Economía Henry Lee de la Universidad de Harvard y directora del Programa de Desarrollo del Grupo Nacional de Investigación Económica (NBER). Sus investigaciones abordan principalmente los temas de género en el lugar de trabajo y la historia económica de Estados Unidos.

Goldin ha sido presidenta de la Asociación Económica Americana (AEA) y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias y la Sociedad Econométrica. A lo largo de su carrera, ha sido galardonada con diversos premios por sus trabajos, y ha desempeñado roles docentes y editoriales en prestigiosas instituciones. Su educación incluye un doctorado de la Universidad de Chicago. Goldin ha publicado numerosos libros y artículos en revistas de renombre.

Es autora y editora de varios libros, entre ellos Understanding the Gender Gap: An Economic History of American Women (Oxford 1990), The Regulated Economy: A Historical Approach to Political Economy (con G. Libecap; University of Chicago Press 1994), The Defining Moment: The Great Depression and the American Economy in the Twentieth Century (con M. Bordo y E. White; University of Chicago Press 1998), Corruption and Reform: Lesson’s from America’s Economic History (con E. Glaeser; Chicago 2006), y Women Working Longer: Increased Employment at Older Ages (con L. Katz; Chicago 2018). Su libro The Race between Education and Technology (con L. Katz; Belknap Press, 2008, 2010) fue el ganador del Premio R.R. Hawkins 2008 a la obra académica más destacada en todas las disciplinas de las artes y las ciencias.

“Goldin es conocida sobre todo por su trabajo histórico sobre la mujer en la economía estadounidense. Sus trabajos más influyentes en este campo han versado sobre la historia de la búsqueda de la carrera profesional y la familia por parte de las mujeres, la coeducación en la enseñanza superior, el impacto de la píldora anticonceptiva en las decisiones profesionales y matrimoniales de las mujeres, los apellidos de las mujeres después del matrimonio como indicador social, las razones por las que las mujeres son ahora mayoría en los estudios universitarios y el nuevo ciclo vital del empleo femenino”, resume la biografía que Harvard dedica a su profesora.

Entre otros temas, Goldin estudió el impacto de las mejoras en sistemas de cloacas y agua sobre la mortalidad infantil, los efectos del cambio tecnológico sobre la desigualdad económica, educación y hasta el impacto de la prensa libre sobre la corrupción.

Pero en la temática en la que más se la reconoce por haber empujado al conocimiento hacia adelante y haber recorrido territorios inexplorados, es en materia de brechas de ingresos entre géneros.

Las investigaciones de Goldin, que abarcan 200 años de historia económica, demuestran que la desigualdad salarial no tiene tanto que ver con la discriminación como con el elevado costo de la flexibilidad laboral y la conciliación del trabajo y la familia, como explica cada año a los periodistas en el Equal Pay Day, una jornada que busca generar conciencia respecto a cuántos días de más deben trabajar las mujeres en los Estados Unidos para ganar lo mismo que sus pares hombres el año anterior. En 2023 ese día fue el 14 de marzo. Hasta entonces las mujeres debieron trabajar para alcanzar los mismos ingresos que hombres en posiciones similares.

La virtud de Understanding the Gender Gap: An Economic History of American Women, publicado hace ya 33 años, está en mover la discusión respecto de la brecha salarial de género. Desde su aporte, el activismo político feminista cuenta con muchas mejores herramientas para entender el por qué de las diferencias de ingresos entre mujeres y hombres. Y eso movió la pelea política desde el intento de regular los salarios que pagan los empleadores, para equipararlos a los de los hombres, a la discusión por transformar al proceso productivo en un lugar apto para el desarrollo de mujeres y a la desigualdad en materia de horas de trabajo hogareño que afecta a las mujeres dentro de sus propias familias.

“[Goldin] demostró que la mayor parte de la brecha salarial refleja el elevado costo de la ‘flexibilidad temporal’, es decir, el hecho de que las mujeres trabajen menos horas o más flexiblemente para poder criar a una familia. Por consiguiente, la reducción de la brecha dependerá de la reestructuración de los puestos de trabajo para incorporar una mayor flexibilidad para todos los trabajadores, reduciendo así los costos asociados a la flexibilidad. Aunque un cambio tan fundamental pueda parecer una tarea difícil, Goldin ha señalado que el cambio ya se ha producido en ámbitos como la tecnología, la ciencia y la atención sanitaria”, escribió sobre ella Peter J. Walker en un artículo para Finance & Development, una publicación del Fondo Monetario Internacional que puso el foco sobre la académica años atrás.

Durante el auge del movimiento feminista en la década de 1970, Claudia Goldin identificó su nicho de investigación: la participación de las mujeres en la economía. Aunque vivió en una época de cambio social y transformación de percepciones sobre el papel de la mujer, Goldin notó una omisión en los registros sobre la mujer en su papel de esposa y madre.

A finales de los años 70, Goldin realizó estudios sobre cómo evolucionó la participación de las mujeres en la fuerza laboral de EE.UU. a lo largo de 200 años. En su libro de 1990, Goldin analizó la historia de las brechas salariales de género, resaltando periodos específicos donde las brechas se redujeron, como el surgimiento de la mecanización en el siglo XIX y los avances educativos de las mujeres en los años 80.

En su trabajo de 2006, Goldin describió cuatro fases desde finales del siglo XIX que definieron el papel de las mujeres en la economía estadounidense. Las tres primeras fases, que describió como “evolutivas”, abarcaron desde el trabajador femenino independiente hasta las raíces de la revolución de las décadas de 1950 a 1970. La “revolución silenciosa” comenzó a finales de los años 70.

Aunque se lograron avances significativos en las fases evolutivas, las mujeres de esos períodos veían su trabajo más como un medio para subsistir. En cambio, las mujeres de la “revolución silenciosa” veían sus carreras como parte fundamental de su identidad y tomaban decisiones autónomas sobre su vida laboral. Goldin atribuyó este cambio principalmente al aumento en la disponibilidad de anticonceptivos y al incremento de la tasa de divorcios.

Más allá de su extenso trabajo sobre género, Goldin también hizo importantes contribuciones en otros campos académicos. En el volumen editado de 2006, “Corruption and Reform: Lessons from America’s Economic History”, Goldin y el economista de Harvard, Edward L. Glaeser, analizaron la notable disminución de la corrupción pública en Estados Unidos entre 1870 y 1920. Goldin destaca la importancia de una prensa libre, independiente y vigorosa como factor clave en este cambio.

En su artículo de 2018 “Watersheds in Child Mortality: The Role of Effective Water and Sewerage Infrastructure, 1880 to 1920″, Goldin y Marcella Alsan de la escuela de medicina de Stanford, subrayan la importancia de una infraestructura de agua y saneamiento efectiva para reducir la mortalidad infantil. Al estudiar datos de Boston entre 1880 y 1920, descubrieron que un tercio de la disminución en la mortalidad infantil se debió a esfuerzos para proporcionar agua limpia y sistemas de alcantarillado eficientes. Sugieren que las economías en desarrollo podrían lograr mejores resultados en este aspecto centrándose en estas infraestructuras en lugar de otras políticas aisladas.