En junio del 2018, la historia de los 12 chicos que quedaron atrapados en una cueva de Tailandia acaparó la atención del mundo. Las autoridades dijeron que para sacarlos debían enseñarles a bucear. Sin embargo, un libro revela la verdadera historia del rescate.

El pasado 23 de junio, los menores, de entre 11 y 16 años, junto a su entrenador de 25, habían quedado atrapados en una cueva cuando fueron a explorar las cuevas cerca de la frontera de Myanmar en Tailandia para celebrar el cumpleaños de uno de los niños. Los encontraron días después y los rescataron en tandas, entre el 8 y el 10 de julio.

“Los primeros niños rescatados de la cueva de Tailandia han tenido que bucear durante un kilómetro y los buzos han realizado un par de paradas hasta la entrada de la cueva para comprobar que los menores estaban bien”, contaba La Vanguardia en ese momento sobre el rescate. Pero la verdad no fue así. Sin embargo, The Cave (La Cueva), del británico Liam Cochrane, relata por primera vez cómo fue la verdadera operación de rescate sin precedentes que permitió sacar de la cueva a los 12 jóvenes y a su entrenador.

El rescate no fue fácil, los socorristas debían apurarse porque los niveles de oxígeno disminuían rápidamente y para los días siguientes se pronosticaban intensas lluvias, que podían inundar por completo la cueva. “Si buceamos ahora, algunos podrían morir; pero si no buceamos, todos morirán y solo vamos a recoger 13 cuerpos”, les dijo un experto a quienes dirigían el rescate.


 

Los rescatistas tenían que encontrar una estrategia viable. Los niños no podían salir buceando porque algunos ni siquiera sabían nadar. La única esperanza era sedarlos: poner máscaras de oxígeno en sus caras, sellarlas con silicona para que no se desprendieran y dejar que los buzos los cargaran hasta la salida.

Para ello se necesitaban especialistas, y fueron llamados dos buceadores australianos de gran experiencia, el doctor Richard Harris, un anestesiólogo conocido como el Dr. Harry, y su amigo y compañero de buceo Craig Challen, un veterano retirado.

Los expertos sabían que el operativo sería de alto riesgo. El Dr. Harry y su compañero pidieron al Gobierno tailandés inmunidad diplomática por si algo salía mal. No confiaban en que las drogas funcionaran. “Pensé que había cero posibilidades de éxito”, admitió más tarde el Dr. Harry. Otros socorristas consideraban que en la operación podían morir hasta cinco niños. Esos temores aumentaron cuando Saman Gunan, un ex SEAL tailandés de 37 años que se había ofrecido voluntariamente para ayudar, murió durante las operaciones de preparación del rescate. Si había muerto un buzo tan experimentado, ¿qué posibilidades tenían estos niños?, era la pregunta que todos se hacían.

Así, se puso en marcha la parte final del operativo. Primero, los socorristas ensayaron el inédito rescate en una piscina cubierta con tres jóvenes de complexión física similar a la de los niños. La simulación fue un éxito y dio luz verde al comienzo de la hazaña.

El Dr. Harry decidió sedar a los niños con una combinación de tres drogas: Xanax, para aliviar el miedo; ketamina, para dormirlos, y atropina, para reducir la saliva en su boca, con la cual podrían ahogarse. Una segunda inyección de ketamina la harían después de una hora con una jeringa precargada, para que la sedación durara las tres horas necesarias para hacer el recorrido hasta la salida.


 

Fue así que el domingo 8 de julio se puso en marcha la operación. Antes, los niños escribieron un mensaje a los padres de parte de todos: “No se preocupen por nosotros. Cuando salgamos queremos llegar a casa de inmediato. No nos des demasiada tarea”.

Ek, el entrenador, decidió quiénes serían los primeros cuatro en salir. Eligió a Note, Tern, Nick y Night, porque sus casas eran las más alejadas de la cueva. Note, de 14 años, fue el primero en salir. Se puso un traje de baño y se tragó la pastilla sedante que le dio el doctor Pak para relajarlo.

Bajó la pendiente hacia el Dr. Harry y se sentó en su regazo. El anestesista le inyectó el resto de las drogas y el niño quedó inconsciente. Luego le pusieron el equipo de buceo y un tanque de aire atado a su frente. Encendieron el aire y colocaron la máscara, que cubría todo el rostro. Después de 30 segundos, Note comenzó a respirar normalmente.

Luego, los buzos lo esposaron para asegurarse de que si se despertaba no intentara arrancarse la mascarilla, poniendo en peligro su vida y la de su socorrista. El buzo británico Jason Mallinson se sumergió junto con Note y nadó hasta cada una de las cámaras de la cueva, donde médicos controlaron al niño.


 

Los siguientes fueron Tern, de 14 años, Nick, de 15 años (que no era miembro de los Jabalíes Salvajes, se había unido al grupo para pasar tiempo con su mejor amigo, Biw). El rescate estaba marchando como lo esperaban, pero siempre había un momento de inquietud al principio: cada vez que un niño anestesiado entraba en el agua, dejaba de respirar durante unos 30 segundos.

Todo iba bien hasta que Night reaccionó mal a las drogas y tuvo que pasar una media hora antes de que se recuperara. Pero también logró salir. A las 9 de la noche, la operación del primer día había terminado, los primeros cuatro niños estaban a salvo. Después, les tocó el turno a sus compañeros.

Hoy, los chicos afirman que siempre tuvieron la esperanza de que los iban a rescatar. “Cuando vi aparecer al buzo, sentí que era un milagro y que el rescate podía funcionar”, contó Ake, y agregó: “Siempre fuimos muy positivos, por eso queremos agradecer a todo el mundo”.