La capital de Haití, el país más pobre de América, es desde hace 24 horas una herida abierta, donde los muertos y los vivos se mezclan entre ruinas y escombros. Aunque calcular el total de víctimas se hacía difícil, el primer ministro de Gobierno, Jean Max Bellerive, no descartó que puedan haber unos 100 mil muertos como consecuencia del terremoto de 7 grados Richter (seguido de tres réplicas de 5,1 a 5,9 grados) que sacudió Haití el martes pasado.

La capital (Puerto Príncipe) no sabe de planificación ni de urbanismo. Esa ciudad se ha llevado la peor parte de la tragedia: sus calles eran ayer un hervidero de miles de personas que lo invaden todo, algunas por miedo a regresar a sus casas y otras porque ya no tienen techo.

El sismo del martes pasado a las 17.53 (hora local) es el más grave en 200 años y convirtió a Haití en un caos sangriento. Los autos quedaron aplastados, las calles se abrieron en profundas grietas, los postes de luz y teléfono se derrumbaron.

"La gente salió a la calle gritando y rezando. Salieron a pie a buscar a sus familiares porque las conexiones de teléfono se cortaron’, agregó el coordinador en Haití de la organización no gubernamental alemana Deutsche Welthungerhilfe, Michael Kühn.

Muchas personas intentaban con sus manos retirar escombros para rescatar a personas que quedaron con vida, entre gritos de dolor. Algunos de los edificios que se derrumbaron o quedaron dañados de gravedad son el Palacio Presidencial, el Parlamento, la Catedral, el Ministerio del Interior y de Salud y varios hoteles, además de escuelas y hospitales y la embajada de Francia.

El devastador terremoto en Haití afectó a unos tres millones de personas, estimó ayer en Ginebra Peter Conneally, del Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC). "Estoy andando por las calles de la capital y los cadáveres aún están allí tirados", denunciaba Carel Pedre, uno de los periodistas y conductores de radio más conocidos de Haití. Mientras, haitianos cubiertos de sangre y de polvo corrían por las calles en pánico. "Es el fin del mundo", afirmó horrorizada una mujer joven que vio el sismo desde una colina. Se vivieron escenas dramáticas como las de un hombre que gritaba de dolor mientras intentaban liberar su pierna de los escombros.

"Toda la ciudad está a oscuras. Hay miles de personas sentadas en las calles sin lugar a donde ir", dijo Rachmani

Domersant, gerente de operaciones de la ONG Food for the Poor. Miles de personas durmieron en las calles por haber perdido sus viviendas o por temor a otro terremoto, mientras los cuerpos sin vida de las víctimas seguían aún en las calles. Con este panorama desolador, se desencadenó una ola de ayuda económica mundial. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial, las Naciones Unidas, la Unión Europea, EEUU e instituciones internacionales, entre otros, se movilizaron para ayudar a la población haitiana.

El edificio de la ONU, que tiene desde 2004 una Misión de Estabilización en Haití (Minuszth) es uno de los que colapsó a causa del terremoto y entre sus ruinas puede haber entre 50 y 100 personas atrapadas, según fuentes del organismo.

El presidente haitiano, René Preval, informó que el jefe máximo de la misión de estabilización de la ONU en Haití, Hedi Annabi, murió como consecuencia del sismo que sacudió el empobrecido país. El gendarme Gustavo Ariel Gómez fue el único fallecido entre los integrantes argentinos de la Misión de paz de la ONU en Haití (Minustah) como consecuencia del violento sismo.