La duquesa de Alba, uno de los personajes más famosos de España, la mujer con más títulos nobiliarios, poseedora de una fortuna de 3.000 millones euros, descendiente directa de Jacobo II de Inglaterra y ahijada de Alfonso XIII, falleció ayer en su casa de Sevilla. Tras una larga convalecencia por una neumonía, se fue dejando la imagen de una aristócrata que, fiel a las tradiciones de su rango y su dinastía, fue capaz de superar la convenciones sociales y vivir sin ataduras.
Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, décimo octava duquesa de Alba, murió ayer a los 88 años y la noticia acaparó la atención de todos los medios en España.
Prueba de la popularidad de una mujer que no hizo de sus títulos y riqueza una excusa para apartarse de una vida cercana a cualquier ciudadano de a pie. Por eso, incluso en sus últimos años, era habitual verla bailando sevillanas en público, asistiendo a una procesión de Semana Santa o en una corrida de toros, algunas de sus grandes aficiones.
Fiel a esa trayectoria, la duquesa se impuso siempre la tarea de preservar intacto el patrimonio de su casa tal como llegó hasta ella. Con numerosas posesiones de tierras y edificios, la familia Alba tiene una notable colección de arte, con obras de Francisco de Goya, Tiziano, El Greco, José de Ribera o Chagall. Una de ellas es ‘La duquesa de Alba de blanco‘, pintada por Goya, y ella misma fue inspiración para otras pinturas y esculturas, en especial en su juventud.
Pese a las rigideces morales de los años del franquismo en España, durante varias décadas Cayetana se desmarcó con frecuencia de esas normas. ‘Siempre me ha gustado coquetear y flirtear, un poco por divertimento, ‘sin hacer daño a nadie’. Se casó tres veces: sus dos primeros maridos murieron y con el tercero, veinticuatro años menor que ella, contrajo matrimonio en 2011. Para eludir la polémica que sobrevoló su última relación, la duquesa repartió la herencia entre sus seis hijos antes de casarse por tercera vez. Según el acuerdo alcanzado ante notario, la Fundación Casa de Alba pasa al primogénito y heredero, Carlos Fitz-James Stuart, que tendrá la responsabilidad de preservar el legado histórico. Será él quien herede la mayoría del medio centenar de títulos nobiliarios de la casa.