El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y los demócratas en el Congreso se preparan para iniciar, esta semana, la batalla legislativa para una reforma profunda del sistema de regulación de bancos y entidades financieras a la cual se opone la banca.

El proceso se inicia mientras salen a luz más detalles de las supuestas maniobras por las cuales la firma Goldman Sachs cometió un presunto fraude al lucrar apostando a la debacle de las hipotecas de alto riesgo, que golpeó a todo el mundo desde el 2008.

El jefe de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Read, de Nevada, pondrá a votación hoy una moción sobre si se inicia o no el debate en torno al proyecto de reforma de los mecanismos y agencias del Gobierno que supervisan las actividades del sector financiero.

La reforma de la supervisión en el sistema bancario requiere al menos 60 votos en la Cámara alta, que tiene 100 miembros. Los demócratas no cuentan con esa mayoría, pero hay varios legisladores republicanos que se inclinan por apoyar esta reestructuración.

Obama y los demócratas parecen contar con un fuerte respaldo de la opinión pública para imponer reglas que impidan las especulaciones altamente arriesgadas y la consolidación de bancos gigantescos cuyos colapsos amenacen al sistema entero.

La reforma incluye planes de desmantelamiento que deben realizar las propias entidades bancarias en caso de que, por su gran tamaño, una eventual quiebra ponga en riesgo al conjunto del sistema. También supone limitaciones para el tipo de operaciones riesgosas que pueden hacer. Esto ha generado preocupaciones ante la posibilidad de que empresas se vayan de EEUU, generando pérdida de empleos.

Otros punto dentro de la reforma tiene que ver con unos requisitos de reservas de capital que Obama pretende establecer para garantizar los depósitos y respaldar un posible deterioro de los activos de los bancos. Así pretende evitar que sea el contribuyente el que tenga que salir en apoyo de los bancos en caso de una nueva crisis.

Para incrementar la transparencia del mercado financiero, la reforma de Obama supone la posibilidad de incrementar la información sobre los productos derivados sumamente complejos que en parte han llevado al sistema a la actual crisis.

Obama ha dicho que vetará cualquier medida que no imponga límites al mercado de derivados, que contribuyeron a la crisis cuando sus valores sufrieron una estrepitosa caída.

Los derivados son sofisticados instrumentos financieros ideados como un seguro contra los altibajos en los precios o las cotizaciones pero, por su naturaleza, estos contratos puedan generar gigantescas pérdidas o ganancias. Se llaman "derivados" porque su rendimiento se deriva a su vez del rendimiento de otros bienes que se negocian en el mercado, por ejemplo, bonos del Gobierno, materias primas, hipotecas y acciones.

Estos derivados, que alimentan el capitalismo global, se popularizaron como mercados no regulados de apuestas y especulación, lo que les situó en el epicentro de la crisis en EEUU. La legislación ante el Senado prevé que el Gobierno, por primera vez, regule ese mercado de derivados, establece un consejo para detectar amenazas al sistema financiero e incluye la creación de una agencia para proteger a los consumidores, entre otros elementos.