Joseph R. Biden será el próximo presidente de Estados Unidos. Luego de un largo escrutinio que enervó al país, Biden, de 77 años, fue declarado ganador de las elecciones presidenciales al alcanzar la mayoría en el colegio electoral gracias a triunfos ajustados en cinco estados pendulares donde el presidente, Donald Trump, había conseguido una victoria hace cuatro años: Pensilvania, Michigan, Wisconsin, y Arizona y Georgia, dos enclaves republicanos que Biden dio vuelta.

El resultado fue rechazado por Trump, quien se ha negado a conceder su derrota y ha denunciado fraude y ha acusado a los demócratas, sin pruebas, de querer "robar" la elección. En un último intento por retener el poder, Trump ha reclamado en la Justicia la impugnación de votos por correo -un método utilizado este año mayoritariamente por los demócratas-, en los estados donde esos sufragios le jugaron en contra. Pero sus primeras demandas fueron rechazadas. Trump amenazó con llevar la disputa hasta la Corte Suprema.

"¡GANÉ ESTA ELECCIÓN, POR MUCHO!", tuiteó el mandatario, justo antes de que los medios declararan ganador a Biden. Trump pasó la mañana jugando al golf en uno de sus resorts en Virginia. "Esta elecciones están lejos de haber terminado. Joe Biden no ha sido certificado como el ganador de ningún estado, y mucho menos de los estados altamente controvertidos que se dirigen a recuentos obligatorios, o estados donde nuestra campaña tiene desafíos legales válidos y legítimos que podrían determinar el vencedor final", afirmó.

Una elección histórica

Fue una elección acorde a 2020. Este año, millones de norteamericanos, sobre todo, demócratas, decidieron votar por correo para eludir el riesgo de contagio del coronavirus, una decisión que provocó una avalancha de votos ausentes, y alargó el escrutinio. Trump había atacado durante todo el año al voto por correo, al socavar su confiabilidad y tildarlo de fraudulento, y afirmar que sería utilizado para "arreglar" la elección. Nunca aportó pruebas, y su ofensiva, respaldada por varios republicanos, aniquiló todos los intentos por reforzar el sistema electoral de los estados a tiempo para la elección. El resultado fue un recuento lentísimo, dispar, y un resultado que demoró casi una semana y quedó embarrado por denuncias infundadas de fraude.

Crispado y extenuado, Estados Unidos aguardó impertérrito la definición de una de las elecciones más cruciales de su historia, unos comicios que, lejos de cerrar las divisiones en el país, apuntan a dejarlo aún más enfrentado.

Trump, su familia, sus más leales aliados y sus seguidores desplegaron una intensa campaña para deslegitimar el resultado de los comicios con acusaciones infundadas de fraude desplegadas en mensajes de texto y comunicados de la campaña, tuits, conferencias de prensa, monólogos en medios conservadores y manifestaciones. Hubo protestas a favor y en contra del conteo en las ciudades donde continuaba el escrutinio, como Filadelfia, en Pensilvana, o Phoenix, en Arizona, donde decenas de manifestantes trumpistas -algunos armados- se congregaron frente a la alcaldía con carteles que decían: "Cuenten votos legales", o "Detengan el robo".

"Si cuenta los votos legales, gano fácilmente. Si cuenta los votos ilegales, pueden intentar robarnos la elección", había dicho Trump el jueves por la noche en un explosivo mensaje al caer la noche del jueves en la sala de prensa de la Casa Blanca, que generó rechazo incluso dentro del oficialismo. "Los demócratas nunca creyeron que podrían ganar esta elección con honestidad. Realmente lo creo. Es por eso que hicieron el voto por correo, donde hay una tremenda corrupción y fraude", denunció.