Miles de personas presenciaron ayer en Leicester la procesión fúnebre de Ricardo III, cuyos restos fueron hallados en esta ciudad del centro de Inglaterra en 2012. El sencillo féretro de madera efectuó así su último viaje hacia la catedral de Leicester, el templo donde se les dará sepultura dentro de cuatro días.

Los huesos de Ricardo III habían sido hallados en agosto de 2012 por arqueólogos de la Universidad de Leicester, en un antiguo monasterio de la ciudad, ahora transformado en un parque de estacionamiento. El monarca murió a los 32 años por las lesiones sufridas en la batalla de Bosworth en agosto de 1485 y las pruebas de ADN se ajustaron estrechamente con estos registros.

Este monarca fue inmortalizado como un gran villano por William Shakespeare en su obra “Ricardo III”. Tras su muerte, la corona pasó a Enrique VII y los reyes de la dinastía Tudor que, con ayuda de Shakespeare y otros dramaturgos, describieron a Ricardo III como un villano brutal y jorobado que no se detenía ante nada en su búsqueda del poder, llegando a asesinar a sus dos jóvenes sobrinos para asegurarse el trono.

Los análisis forenses del esqueleto confirmaron que Ricardo III estaba aquejado de una escoliosis severa que le deformó la columna y hacía que su hombro derecho fuera más alto que el izquierdo, como indican descripciones hechas mientras vivía.

Parece ser que esa escoliosis probablemente causase que le costase caminar con dificultad, dando crédito a ese retrato desfigurado que siempre se le ha sido atribuido a un rey corroído por la envidia y la ambición.

Nacido el 2 de octubre de 1452, Ricardo pasó gran parte de su niñez alejado de sus padres, en la casa de su primo el conde de Warwick, cuya hija, Anne Neville, sería su futura esposa. Cuando tenía ocho años murieron su padre y Edmundo, uno de sus hermanos mayores. Para protegerle, su madre lo envió a los Países Bajos junto con otro hermano, Jorge. Allí estuvieron hasta el ascenso al trono de su hermano mayor, Eduardo IV. Tras la muerte de su hermano Eduardo IV, Ricardo III se convirtió en el protector de sus hijos, Eduardo V y Ricardo de Shrewsbury.

Antes de que Eduardo V, de 12 años, pudiera asumir el trono, el matrimonio de su padre con Elizabeth Woodville fue declarado nulo, lo que imposibilitó que Eduardo V se coronara rey. De esa forma, Ricardo III asumió en 1483 como rey de los ingleses y los dos hijos de su hermano, en principio herederos del trono, no fueron vistos en público desde la coronación de su tío. Esto despuntó varias acusaciones contra el rey acerca de que habría asesinado a sus jóvenes sobrinos, de 12 y 9 años, para librarse de rivales en la sucesión al trono.

El 22 de agosto de 1485 murió, cuando a lomos de un caballo blanco, lideraba a cerca de 10.000 soldados que se enfrentaban al ejército de Enrique Tudor, futuro Enrique VII. A pesar de su inferioridad numérica, las tropas del galés tomaron ventaja en la batalla y el rey se vio obligado a lanzarse con la caballería en un último intento evitar la derrota.

En el relato de Shakespeare, Ricardo muere tras caer de su caballo en el campo de batalla, al grito de “¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”.

El análisis de los restos de Ricardo III ha revelado que sufrió diversas heridas en su cuerpo, incluidas ocho en la cabeza, lo que

apunta a que en algún momento del combate perdió el casco y que sus enemigos acabaron sin piedad con él.

Arqueólogos británicos habían anunciado haber descubierto un esqueleto atravesado por una flecha debajo de un estacionamiento municipal donde según ellos se encontraba la capilla donde fue enterrado el monarca fallecido en 1485. Aunque su cuerpo nunca se halló, según algunos escritos, reposaba en una capilla franciscana, destruida en el siglo XVI. La genetista Turi King reveló que el ADN del esqueleto coincidía con el de dos descendientes de la hermana de Ricardo.