Todos odiaban al líder del Partido en la aldea de Xiashuixi porque les robó las tierras y los agravió, hasta que algunas víctimas pagaron a un adolescente para que lo acuchillara en el corazón, un héroe local por el que se han reunido más de 20.000 firmas para evitar que sea ejecutado por la ley.
Parece el argumento de "Fuenteovejuna", la obra escrita por el español Lope de Vega en 1610 y que recrea la rebelión del pueblo contra el tirano, pero es real y no es un caso aislado en la tercera potencia económica, cuyo principal problema social son las expropiaciones de tierras que practican los funcionarios corruptos.
"Todos fuimos sus víctimas", explicó Wang Hou’e, madre del joven de 19 años Zhang Xuping, que el 23 de septiembre de 2008 apuñaló al tirano local, Li Shiming, de 43 años y padre de tres hijos, odiado hasta la náusea por las 400 familias a las que robó sus tierras y maltrató.
De los hasta 70 millones de campesinos estimados que han perdido sus campos en las últimas décadas, según datos académicos, el de esta familia es el más novelesco de todos.
Cuenta la madre Wang, de 48 años y con voz ajada por la tristeza, que el día que su hijo apuñaló al secretario del Partido Comunista en esta aldea minera de la provincia de Shanxi algunos vecinos bailaban de alegría y lanzaban fuegos de artificio mientras gritaban "¡Li Shiming ha muerto! ¡Alguien lo mató!"
Li, secretario del Partido Comunista en Xiashuixi durante doce años, tenía aterrorizada a la aldea: sin previo aviso acudía donde los campesinos y derribaba los árboles con excavadoras, señal inequívoca de que les iba a expropiar la única fuente de ingresos de estos pobres de solemnidad.
El secretario Li se paseaba por el pueblo en un auto policial, acompañado por sus hermanos y por las mafias locales, humillaba, golpeaba, torturaba y encarcelaba a cualquiera que se le opusiera.
Así lo hizo con la madre Wang, a quien después de expropiarla la encarceló durante un año por acusarla de liderar una protesta infructuosa junto con otros 24 despojados que querían denunciar a Li en Taiyuan, la capital provincial.
Al igual que otras víctimas, Wang fue golpeada durante su reclusión, y no contento con el castigo, el secretario Li consiguió expulsar de la escuela local al hijo de 13 años que luego sería su asesino, tras convertirse en un ladronzuelo, pasar un año torturado entre rejas e intentar suicidarse.
Sin tierras ni dignidad que perder, tres de los campesinos expoliados pagaron mil yuanes (146 dólares) al joven Zhang para que aquel día de 2008 regresara a la escuela, en la que Li preparaba una reunión del comité local, y lo acuchillara.
El orondo magnate arrastró agonizando su pesado cuerpo hasta su Audi de lujo, aparcado en la puerta, se introdujo en él aferrándose al cuchillo y allí murió.
Después de diversos retrasos por la oposición popular, el juicio se celebró el pasado 26 de noviembre, y el 15 de enero el juzgado sentenció a Zhang a muerte.
La familia, que vive en la miseria, ha apelado ante el Tribunal Popular Supremo, al que esperan persuadir con las 20.996 firmas reunidas hasta ayer para que sea indulgente y conmute la pena.
Wang dice que tanto ella como su hijo están muy desanimados, pero mantienen la esperanza de que el apoyo popular obre el milagro del pasado mes de julio, cuando una masajista que acuchilló hasta la muerte a un funcionario local que quería acostarse con ella fue perdonada para evitar una revuelta popular.
Al fin y al cabo, China tiene su propio referente literario, en uno de los episodios del clásico "A la orilla del agua", escrita por Shui Huzhuan en el siglo XIV.
Aunque la maquinaria de propaganda gubernamental insiste en que está haciendo frente al problema de la corrupción y las expropiaciones, Li Boguang, uno de los abogados que más saben sobre este problema en su país, lo explica así: "Nuestros líderes no son escogidos libremente y sólo rinden cuentas a sus superiores".
Superiores a los que, añade, pueden sobornar con los enormes beneficios que obtienen de la urbanización de esas tierras, que cada vez engordan más la burbuja inmobiliaria y económica china.
Se trata de uno de los motivos más graves para una posible implosión en la República Popular, donde en 2007 el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social reconocía que más de 40 millones de campesinos habían sido expropiados, aunque académicos independientes añaden 30 millones más.