El papa Francisco presidió ayer el tradicional Vía Crucis de Viernes Santo desde la colina del Palatino, frente al Coliseo, en una ceremonia en la que pese a no estar previsto, pronunció un breve mensaje en el que recordó a todos los que sufren ‘el peso de la cruz‘.
‘Guíanos Jesús de la cruz a la resurrección. Enséñanos que el mal no tendrá la última palabra, sino el amor, la misericordia y el perdón. Recordemos a los enfermos, a las personas abandonadas para que encuentren bajo la cruz la fuerza de la esperanza‘, proclamó Bergoglio en tono sobrio y en un discurso de apenas cuatro minutos.
El acto comenzó a las 21.30 hora local (16.30 de Argentina), cuando el papa Francisco fue acogido con aplausos por cerca de 40.000 personas que acudieron a la celebración de esta efeméride bíblica, según la Policía.
Con la señal de la cruz, seguida de la introducción leída a través de un altavoz, el Sumo Pontífice, que vistió una bata blanca, dio inicio al rito tradicional del Viernes Santo en la liturgia cristiana.
El Papa presidió su segundo Vía Crucis desde que fue elegido sucesor de Pedro en marzo del año pasado.
El Vía Crucis rememora el camino de Cristo hacia su crucifixión y se desarrolla en el célebre Anfiteatro Flavio desde la década de 1970 por deseo de Pablo VI, que recuperó esta tradición que data del Medievo y que fue abandonada con el paso del tiempo. En la ceremonia, la cruz, portada por diferentes personas que se la van cambiando de manos, recorre el Coliseo, del que sale para pasar frente al Arco de Trajano y para llegar, finalmente, al Palatino, donde la espera el papa. En ese recorrido, la cruz se detiene en catorce ocasiones para leer las meditaciones, que narran el camino de Cristo hacia su muerte y que este año el papa Francisco encargó al cardenal arzobispo de Campobasso (Sur), Giancarlo Maria Bregantini.

