Lejos del boom que prometía la explotación de litio, que emergía como la vedette minera en el mundo, incluido el norte argentino, hoy es cobre el que tiene al mundo con los ojos bien abiertos, muchos ellos posados en San Juan donde emergen un puñado de proyectos llamados a tener una proyección estratégica.

Es que el cobre se volvió la materia prima clave que las industrias del mundo necesitan para seguir desarrollándose. En este contexto, ayer, Estados Unidos propuso añadir el cobre y la potasa, entre otros, al borrador de la lista de minerales críticos para 2025, por su importancia para la economía y la seguridad nacional.

El Servicio Geológico, una rama del Departamento del Interior, publicó el borrador de la lista en el Registro Federal y estará abierto a comentarios públicos durante 30 días.
Según el Bipartisan Policy Center, la inclusión en la lista, que suele actualizarse cada tres años, puede hacer que los proyectos puedan optar a financiación federal, estén sujetos a un proceso de concesión de permisos más ágil o sean más competitivos debido a las tasas impuestas a las importaciones.

Hay varios proyectos en carpeta que se verían beneficiados con estas medidas, aunque ninguno permitiría elevar significativamente la extracción en el corto plazo.

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El cobre se usa en el transporte, la defensa y la red eléctrica, que necesita una renovación en medio del primer aumento de la demanda por electricidad en dos décadas debido el auge de los centros de datos y la inteligencia artificial.

Por esto, la decisión del presidente Donald Trump no es al azar ya que busca crear las condiciones necesarias para que EEUU consolide o recupere la capacidad nacional para producir cobre. Pero no es la única movida que va en este sentido. Tras una amplia investigación por parte del Departamento de Comercio, Trump impuso recientemente aranceles al cobre importado.

Es que la industria cuprífera estadounidense se ve perjudicada por prácticas comerciales desleales, como el exceso de capacidad subsidiado por el Estado y el dumping a precios inferiores a los costes por parte de países como China, Vietnam e India, la manipulación de las exportaciones y la fijación de precios predatorios por parte de países como Chile, Perú y México. Estas prácticas, que a menudo violan las normas de la OMC, deprimen los precios mundiales del cobre y desalientan la inversión en instalaciones nacionales de fundición y refinación. A sí crece la dependencia de Estados Unidos del cobre que importa de otros países.

Entre 2010 y 2024, este déficit se disparó de 4.800 millones de dólares a la gigantesca cifra de 19.400 millones de dólares, un aumento del 302%. Sólo el año pasado, Estados Unidos importó casi un millón de toneladas métricas de cobre refinado para satisfacer las necesidades básicas internas. Trump considera que cada libra de cobre importada es una libra que se debería producir en Estados Unidos, creando empleos y asegurando las cadenas de suministro críticas.

El tercer metal más consumido

El cobre es el tercer metal más consumido del mundo, solo por detrás del hierro y el aluminio. Estados Unidos importa cerca de la mitad del cobre que utiliza, siendo Chile su principal proveedor, de acuerdo con datos del Servicio Geológico de EEUU.

EEUU es el segundo mayor consumidor de cobre del mundo, después de China, y cubre cerca del 45% de su demanda con importaciones, principalmente de cobre refinado en forma de tubos, caños y cables para la construcción, incluidas fábricas y centros de datos y las industrias electrónica y automovilística.

Los vehículos eléctricos, como los que fabrica Tesla, por caso, demandan mucho más cobre que los vehículos a combustión interna.

Actualmente, el cobre cotiza a US$4,6 por libra, mostrando una notable volatilidad: comenzó el año en US$3,9, alcanzó un máximo histórico de US$5,37 el 24 de marzo de 2025, antes de caer a US$4 a principios de abril y volver a subir rápidamente.