Uno de los grandes hitos de la construcción de la Ruta 150 fue definitivamente su traza de carretera nueva: la idea, proyección y definitiva construcción de una nueva ruta en donde antes sólo había territorio virgen, donde no existía ni siquiera una huella a seguir. La enorme tarea de extender la ruta mediante el serpenteo de 22 kilómetros entre quebradas, montañas y barrancos implicó un movimiento de suelo colosal: a lo largo de la obra entre Ischigualasto y Peñasquito se removió un volumen total de 3.400.000 metros cúbicos de tierra, lo que equivaldría a excavar 17.000 piletas olímpicas de natación de 50 metros de longitud por 20 metros de ancho y 2 metros de profundidad.

El nuevo trazado de la Ruta 150 fue diseñado siguiendo un modelo de camino indulgente, esto implica que las medidas de seguridad que revisten a la ruta internacional buscan evitar que ante cualquier tipo de accidente el vehículo quede afuera del camino, debido a la gran cantidad de barrancos y quebradas.

A su vez, otro de los grandes desafíos ingenieriles fue darle a la ruta una pendiente que permita el tránsito comercial de vehículos en una zona compleja de montañas. El nuevo trazado posee un ángulo de pendiente de 5%, esto implica que en cualquier punto del camino, cada cien metros la ruta no aumenta más de 5,50 metros de altura. Esto permite que cualquier tipo de vehículo pueda circular con tranquilidad en subidas, bajadas, curvas y tenga el tiempo necesario de frenado. A modo de comparación, cabe destacar que la Ruta Nacional 7, una de las más usadas para la circulación de vehículos comerciales de gran parte en el país, posee zonas cuya pendiente supera el 7%, mucho mayor que la que ostenta la Ruta 150 en su trazado.

Otro gran hito de la nueva traza se basó en la gran cantidad de pavimento necesario: para asfaltar los 85 kilómetros de la ruta que se inaugura (tramo Ischigualasto-Huaco) se utilizaron 29 mil metros cúbicos de asfalto, lo que implicó el uso de unas sorprendentes 60 mil toneladas de concreto asfáltico.