"A vos te gusta andar en bicicleta, a mí me gusta andar en avión. Vos cruzaste Los Andes caminando, yo crucé Los Alpes volando", le decía el sacerdote José Juan García a su colega Víctor Hugo Gallardo, quien, como toda respuesta, levantaba los hombros en señal de "qué me importa" y sin soltar el termo y el mate. A su lado, los párrocos Miguel Algañarás y José Fuentes se reían por la ocurrencia. Pero se pusieron serios cuando tuvieron que opinar sobre algunos temas que preocupan a la Iglesia Católica, como la falta de jóvenes con vocación sacerdotal, la ley de matrimonio gay y los casos de abuso de menores dentro de la institución. Estos cuatro sacerdotes volvieron a juntarse como aquel 13 de diciembre de 1985, cuando fueron ordenados, pero esta vez convocados por DIARIO DE CUYO para hablar de sus vidas al servicio de Dios y por un motivo muy especial: sus Bodas de Plata en el sacerdocio. Justamente por esta causa, hoy en la Catedral la feligresía sanjuanina rezará por ellos.
Se reconocen como hombres simples con un perfil bien definido y diferente entre sí. Pero con objetivos comunes, como el de ayudar al prójimo y el de agrandar el rebaño de Dios. Misión que asumieron con responsabilidad y entusiasmo hace 25 años. "Mi lema sacerdotal fue En tu nombre Señor echaré las redes y creo que ese es el motor para llevar adelante mi misión de hacer todo para Dios y en nombre de Dios, y al servicio de los hermanos -dijo el padre Fuentes-. Y me he compenetrado tanto en esta tarea que el tiempo se me pasó volando y con la sensación de que recién empiezo como sacerdote y que me falta mucho por hacer todavía".
El padre José Fuentes dijo que desde su función siempre le gustó trabajar por la educación como herramienta para comprender temas trascendentales como la existencia de Dios. Y que por ese motivo impulsó la creación del colegio parroquial de San Antonio de Padua, en Media Agua.
En cambio el padre Víctor Hugo Gallardo se describe como el cura trasgresor que por su forma de vida le costó ser aceptado en las comunidades donde le tocó evangelizar. Por lo menos al comienzo. "Me acuerdo que tuve que reemplazar al párroco de San Martín, que llevaba 31 años en esa zona y era un sacerdote muy tradicional y conservador -recordó el padre Gallardo-. Entonces a la gente de allí le chocaba verme de pantalones cortos y andando en bicicleta o tirarme al canal cuando hacía calor, si al cura anterior no le habían visto ni una rodilla en su vida".
Gallardo contó que con el tiempo la comunidad se acostumbró a su forma de ser y que hasta lo despidió con llanto cuando lo trasladaron a la parroquia de Fátima. Esta misma escena la protagonizó el padre Miguel Algañarás cuando tuvo que irse de la parroquia de Rodeo, en Iglesia. Allí, los niños fueron los que más se apenaron por su partida. Es que gracias a él pudieron tener su primera función de cine hasta en los lugares más alejados, donde ni siquiera había electricidad. "Con mucho esfuerzo pudimos comprar un proyector Súper 8 para pasar las películas que veníamos a alquilar en el cine San Juan -recordó el párroco-. Donde no había luz, lo hacíamos funcionar con motores a gasoil, pero muchas veces nos quedábamos sin ver el final porque se nos terminaba el combustible".
Por su parte, el padre José Juan García dijo tener varias pasiones con igual nivel de importancia y que logró concretar en estos 25 años de sacerdocio: la vida parroquial propiamente dicha con la predicación del amor de Dios entre sus fieles, la docencia, la escritura, la investigación y, sobre todo, la defensa de la vida y del orden natural de las cosas, que lo llevó a convertirse en especialista en Bioética.
