El comedor de Sonia Varela (57) está a escasos 300 metros de la ruta 150, que es camino obligado para ir al Paso de Agua Negra y a menos de 2 kilómetros de la Aduana, en Las Flores, Iglesia. Para esta mujer, esas 3 cuadras son ni más ni menos que la distancia que hay con un gran sueño, que es el de sacarle rédito el día de mañana al flujo de tránsito que deparará el túnel. Lleva 15 años con el restorán junto a su esposo y ya emigraron sus tres hijos: dos varones, de 30 y 28, y la mujer, de 25. Habían puesto muchas de sus esperanzas en el desarrollo minero del departamento y más aún que el camino por que el suben los camiones a la mina está a 100 metros, pero finalmente no fue lo que ellos pensaban y ahora todas las fichas están puestas en la megaobra vial binacional. Un termómetro de lo que influye el tránsito de vehículos a Chile por la zona en la vida del comedor es que cuando se abre el Paso internacional sirven en un almuerzo entre 10 y 12 platos; mientras que cuando está cerrado, apenas 3 o 4, contó Sonia.
"Acá buena parte de la gente que en verano va Chile se da una vueltita por acá a almorzar. Uno cree que cuando esté el túnel será muchísimo más, para nosotros y también para la gente del Hotel Pismanta (casi vecinos del comedor)”, comentó Roberto Flores (55), hombre que hace las veces de cocinero y mozo. "Sabemos que no será de un día para el otro el túnel, como también que esto estará en 7 o 10 años, pero ojalá estemos nosotros o nuestros hijos para vivir todo el desarrollo que uno desea que tenga esta zona”, agregó Sonia.
El comedor tiene la típica estética de uno de pueblo: poca luz, manteles a cuadros, los dueños atendiendo en persona y un televisor grande con el infaltable partido de fútbol en su pantalla. "Si Dios quiere esto podríamos remodelarlo en la medida que haya demanda, aparte mientras se construya el túnel seguro mucha de la gente que vaya para allá (lugar de la obra) va a pasar por estos lados”, pensó en voz alta Sonia.
