El fútbol, se sabe, se afirma en las rachas. En los momentos. Es que ante tanta paridad de juego, que se acentuó todavía más por el equilibrio físico, los equipos caen en descontrol cuando se encuentran con una racha negativa. Y se hacen fuertes cuando esa racha cambia y es positiva. Y San Martín es un claro ejemplo de esa realidad en el fútbol argentino de Primera División.
Es que el Verdinegro -cuando todavía era dirigido por el Colorado Sava- largó mal el Torneo Inicial, luego de haber conservado la categoría venciendo a Rosario Central en una de las Promociones. Tanto cuerpo técnico como la dirigencia decidieron conservar a la mayoría de los jugadores del plantel y encarar un nuevo año en Primera. La decisión no fue desacertada. Simplemente porque el equipo siempre mostró un nivel aceptable.
Pero la realidad le dio duro a las ilusiones en el mismo principio. Cinco partidos perdidos dejaron al equipo deambulando entre los más comprometidos con el promedio. ¿La consecuencia? Se tuvo que ir Sava.
Entonces llegó Gabriel Perrone a la dirección técnica y así, casi por arte de magia y algún que otro “lavado de cerebro”, el juego mejoró repentinamente, tanto que el Verdinegro metió dos goleadas históricas en Primera (una de ellas ante el mismísimo campeón vigente, 4-0 a Arsenal) y empezó a hilvanar una serie admirable. ¿La consecuencia de esta segunda racha? San Martín salió de la zona de descenso y hasta se posicionó bien en la tabla del torneo.
Pero llegó un tercer segmento y otra vez los resultados negativos empezaron a repercutir en las posibilidades de afirmarse en la categoría. Lo concreto es que el equipo de Concepción ya lleva cuatro partidos sin poder ganar y el tema se le complica.
Lo ideal, ahora, es que por Concepción todos aprieten los dientes y le den para adelante para construir una cuarta racha. Que sea positiva, por cierto, porque de esa forma de nuevo recompondrá su imagen y sus chances.
En concreto, se le vienen Tigre y Belgrano (en casa), Estudiantes (en La Plata) y River (de vuelta en San Juan). Doce puntos en disputa. Lo que quiere decir que con los 15 que ya tiene en los bolsillos, está como obligado a sacar 10 para llegar a esos 25 puntos que todos “pintan” como el ideal de la media para conservar la categoría (la verdad es que hay que sumar 50 o más en toda la temporada para quedarse en Primera).
El presente futbolístico de San Martín, a todo esto, no es malo ni mucho menos. Perrone se ha jugado por sus nombres y le están respondiendo. Al menos en entrega. No así en resultados. El golpe se dio con aquella fatídica derrota ante Rafaela, un partido que lo tenía ganado cuando apenas faltaban 5 minutos para el final y que lo terminó perdiendo. Injusticias o no de por medio, aquella tarde para los jugadores fue un golpe al corazón. Y lo sintieron. Empataron con Argentinos, lo mismo con Independiente y, antes de ayer en Buenos Aires, cayeron con Lanús.
En ninguno de los casos, decepcionaron en el juego. Al contrario, estuvieron a punto de convertir más en esos partidos. Pero fracasaron en efectividad y el recibo final les pasó factura.
Es indudable que hay jugadores indispensables para resurgir. Bogado es uno de ellos. Es necesario por donde de lo mire (igual que Emmanuel Mas por el otro carril del mediocampo). Y Osorio tiene que “acordarse” de todo lo bueno que hizo cuando llegó al Verdinegro. Tiene que meterla como lo hizo en aquella racha positiva. Riaño demostró que es un buen compañero y, si no funciona, está Caprari que decayó en su nivel pero sigue siendo el mismo a la hora de hilvanar juego arriba. Lo mismo que Luna, que sigue en un momento poco favorable. Por ahí Poggi necesitaría algunos minutos más seguidos en cancha. Es otro gran conductor del juego. Y, además, darle todo el apoyo psicológico a Corti, ese arquero que siempre está para salvar las papas.
Se vienen cuatro partidos importantes en la vida de San Martín y se impone un cambio de racha. Si el Verdinegro lo logra, los brindis de fin de año serán todavía con más fuerza y alegría.
