Las plantas obtienen todo lo que necesitan para vivir y crecer del aire, el agua y el suelo. Por lo tanto antes de malgastar tiempo y dinero es necesario hacer un buen análisis de suelo y mandarlas a analizar. Estos muestran el nivel de nutrientes, composición (arcilla, arena, limo) y pH. El aire y el agua proveen de dióxido de carbono, de hidrógeno y de oxígeno; mientras que el suelo provee el resto de los nutrientes.
La mejor manera de asegurarse plantas bien alimentadas es siguiendo la consigna: alimente el suelo y deje que éste alimente a las plantas. En muchos casos un suelo gumífero rico en compost no va a necesitar de muchos fertilizantes. También es cierto que no todas las plantas tienen los mismos requerimientos. Antes de elegir un fertilizante debemos conocer cómo es nuestro suelo o que deficiencias posee. Muchas veces ocurre que una planta se ve defectuosa en un suelo rico y esto puede deberse a razones químicas.
Los fertilizantes proporcionan los nutrientes ausentes en el suelo y reponen aquellos que sus plantas han usado. Por medio de los fertilizantes se puede acelerar y aumentar el crecimiento de una planta y mantener la calidad y la salud. Sin embargo cuando un fertilizante es mal empleado pueden ocasionarse serios daños. Muchas son las variantes a la hora de fertilizar, si bien hay diferentes maneras de alimentar una planta, es elegir un químico u orgánico
Los fertilizantes orgánicos: Son aquellos que derivan de animales o plantas. Por ejemplo: harina de hueso, estiércol, cenizas, etc.
Fertilizantes inorgánicos: Provienen de fuentes no vivas, como rocas o sales. Los fertilizantes químicos son los procesados o fabricados por el hombre en plantas químicas. Por ejemplo: carbonato de calcio, urea, fosfato diamónico, triple 15, sulfato de hierro, etc.
Naturales o sintéticos son absorbidos por las plantas de la misma manera.
Los fertilizantes que más aportan son el Nitrógeno (N), fósforo (P) y el potasio (K) pero las plantas también requieren de macronutrientes: calcio, magnesio, azufre y hierro.
Existen cinco micronutrientes indispensables: cinc, manganeso, cobre, boro y molibdeno, aunque los vegetales los requieren en cantidades pequeñas.
Los fertilizantes foliares: se aplican directamente sobre las hojas, como un complemento al aporte de los nutrientes del suelo, no en reemplazo. Estos son efectivos en caso de estrés de la planta: heladas, granizo, calores desecantes y enfermedades, sobre todo si contienen hormonas o sustancias estimulantes del crecimiento tales como proteínas o aminoácidos.
Elementos Principales
Nitrógeno (N)
Este estimula el crecimiento de la planta, es necesario para el césped y plantas de hojas. No debe ser aplicado en invierno, ya que produce un retardo en la desfoliación y hace la planta más sensible al frío. Es el elemento que más incide en el desarrollo por su participación en funciones fisiológicas. Su carencia se nota en el desecamiento de las hojas inferiores color pardo claro. Se puede suministrar como urea, sulfato de amonio, sulfonitrato de amonio, fosfato diamónico, en dosis variables según la planta que estemos tratando, pero siempre en su período activo, y varias veces en la temporada de crecimiento. Su exceso provoca tejidos muy tiernos, sensibles a las condiciones extremas de temperatura, susceptibles a un ataque de enfermedades fúngicas, por la debilidad de sus tejidos.
Fósforo (P)
Es muy importante en la madurez de las plantas, o sea en el proceso en que la planta pasa de crecer a fructificar. Necesario en procesos internos como flores, frutos y fundamentalmente en el suelo para el desarrollo de raíces. Su carencia se presenta en las hojas de color verde muy oscuro pero con venas de color rojo o púrpura más una demora en su desarrollo. La forma de suministrarlo como fertilizante es a través de los fosfátos o la harina de hueso rica en este elemento.
Potasio (K)
Protege los tejidos, justificándolos, de modo que su disponibilidad en el suelo se debe dar antes de los momentos de clima crítico, como grandes calores o grandes fríos. En forma orgánica el guano de gallina y las cenizas de maderas, suelen ser ricas en él. Su falta suele aparecer en un amarillamiento de las hojas en forma de moteado, que al extenderse provoca zonas de tejido muerto en el extremo y bordes de ellas. Los tallos se vuelven muy débiles y sensibles.
Micronutrientes
Hierro (Fe)
Es muy conocida la falta de hierro en muchas plantas, sobre todo en las llamadas acidófilas, provocado por la insolubilidad antes que por su falta en el suelo. Las sales de hierro se hacen más solubles en los suelos ácidos, de allí la necesidad de bajar su pH con turba, pinocha o materia orgánica. Su participación activa es en la formación de la clorofila. La falta se revela en amarilleos muy notorios de los tejidos nuevos. Su alta inmovilidad dentro de la planta hace que aunque las hojas estén verdes, provoque hojas amarillas en las nuevas. Su aplicación en el suelo es a través del sulfato de hierro. Las plantas ávidas de hierro son: Jazmines, Azaleas, Hortensias y Camelias.
Calcio (Ca)
Es necesario para el crecimiento de la planta, como son los brotes. Su falta provoca las malformaciones en hojas nuevas y en raíces. También es regulador de otros elementos, de modo que su carencia o exceso suelen manifestarse como alteraciones por anormalidades provocadas por ellos. Por ejemplo, el exceso de calcio provoca una alteración en la presencia del potasio presentándose como una carencia de este último.
Su presencia en los suelos es habitual, pero no en todos. En los que falta es común el aporte como cal común (carbonato de calcio) o como yeso (sulfato de calcio). Elementos naturales como la cáscara de huevo, la conchilla de origen fósil marino y las toscas son ricas en calcio. Las plantas que toleran el exceso de calcio son: Cipreses, Pinos de Alepo y Pyrus Calleriana.
