En los últimos minutos estaban en cancha Gastón Caprari, Sebastián Penco, Humberto Osorio de delanteros. También Leandro Velázquez, cuya función eras atacar. Y si a eso se le agrega que Mas y Alvarez se proyectaban con asiduidad y el chileno Alarcón probaba de todos lados, a San Martín daba gusto verlo. Jugado por jugado. Atacando con todo lo que tiene.
Ese panorama era muy diferente a lo que se vio en el primer tiempo. Porque si bien el equipo se las arregló para cercarle el ataque al local, no tuvo grandes aspiraciones en ofensiva. Ni siquiera para que alguien acompañe en los contragolpes aislados a Osorio, por un lado, y a Claudio Riaño, por otro.
¿Vale entonces cambiar tanto de estrategia? Difícil de sacar cuentas pero sí demostrativo en la realidad, porque el equipo sufrió dos goles en la primera etapa tan mezquina y se las arregló siempre en el complemento para borrar todo intento de Lanús.
Por ahí puede haber pasado las razones de esta derrota. En no encontrar el equilibrio cierto. En haber sido algo más atrevido en el primer tiempo sin tener necesidad de atacar con tanta fuerza en el complemento y lógicamente quedar expuesto a la contra del adversario.
Los propios defensores tuvieron que sufrir en demasía los primeros 45 minutos. Por suerte todos respondieron. El arquero Corti. Y los tres que se mueven ya con confianza entre ellos mismos (Cristian Grabinski, Francisco Mattia y Lucas Landa). En el medio Francisco Alarcón cumplió con su rol y Maxi Bustos también, aunque se cansó.
Y arriba, ya con todo el arsenal fue grato ver a San Martín llevar innumerables situaciones de peligro sobre Marchesín. Perrone tiene pocos días para encontrar ese equilibrio que venía mostrando el Verdinegro. Y que en parte lo ha perdido. A la vista están los resultados. Lleva cuatro partidos sin sumar de a tres. Y eso, en esto del promedio, se convierte en cada vez más peligroso.
