Tal como lo había asegurado hace un mes, cuando una multitudinaria misa en Santa Lucía levantó polvareda, Miguel Ángel Santurio, el cura sanador que fue acusado de abuso sexual, expulsado por el Vaticano y que se convirtió a la Iglesia Católica Ortodoxa, volvió a la provincia. Y sin importar las duras críticas que recibió dio misa ante más de 200 personas que con aplausos, lágrimas y hasta desmayos vivieron la ceremonia con mucha fe.
Durante más de 3 horas, las calles del barrio Alberdi, en Santa Lucía, estuvieron copadas de gente. Hubo personas sentadas en sillas, bancos plegables, reposeras y hasta algunos ocuparon los cordones de la vereda.
Desde un altar improvisado, con una enorme bandera de la Iglesia Ortodoxa y respaldado por José María Castro, el Arzobispo de esta rama religiosa, Santurio dijo que las críticas anteriores no lo amedrentaron. Aseguró que lo fortalecieron y que de ahora en más volverá a San Juan todos los segundos sábados de cada mes. Ante estas declaraciones, la gente que lloró en varios momentos de la ceremonia y que vivió el encuentro de manera muy intensa, aplaudió y agradeció al cura.
La misa fue de menor a mayor. Desde las 15 predominaron los cánticos religiosos, los bailes tomados de la mano y las oraciones en las que se pidió dejar de lado la envidia. Sin embargo, el momento culmine de la jornada llegó pasada las 18 cuando el sacerdote bajó del altar y comenzó con las sanaciones. Tras varios rezos en otros idiomas y de los pedidos de la gente por diferentes dolencias, contabilizaron más de 50 testimonios de sanaciones. Sonia Sontallan fue una de las que contó que tras las misas del sacerdote logró superar una enfermedad en la visión. ‘Yo tenía un glaucoma y después de que asistí a la misa anterior, desapareció. Yo no creía en la religión, pero ahora estoy segura de que el padre me ayudó‘, dijo la mujer que se mostró muy emocionada.
Luego de las oraciones sanadoras, la imposición de manos de Santurio hizo poner los pelos de punta a todos los que miraban el ritual. Desmayos, oraciones a los gritos, llantos desconsolados y hasta una especie de exorcismo, dejaron boquiabierto a más de uno.
‘Sentí que las piernas se me aflojaron y no me pude mantener de pie. Me caí. Yo sentía todo lo que hablaban, pero no podía moverme ni abrir los ojos‘, dijo Norma Sosa, una mujer que llegó desde Rivadavia y que fue una de las que se desmayó cuando le hicieron la imposición de manos. La mujer contó que ella ya presenció más de 3 misas oficiadas por Santurio y que logró superar un cáncer.
