Desde entonces, y ante la ausencia de su padre biológico, Juan se hizo cargo de la crianza de la pequeña. Una tarea que, según él, le devolvió las ganas de vivir.
La casa de Juan parece una juguetería. En todas la habitaciones, incluso en la de él, hay muñecas y carteras de todos los modelos y colores, a pesar de que su hijo Maximiliano tiene 33 años. Son de Zelmira, su nieta-hija, que desde hace seis años se convirtió en la alegría del hogar. Y que lo obligó a asumir nuevamente el rol de padre, cuando todavía ni siquiera se sentía abuelo. "Cuando murió mi hija, Zelmira tenía apenas unos meses de nacida así que todavía no empezaba a disfrutar del rol de abuelo, papel que hasta el día de hoy desconozco, pero que no me quita el sueño -dijo emocionado Juan-. Nunca me voy a olvidar cuando nació la gorda y María, mi esposa, le quería enseñar a Belén cómo cambiarla o alimentarla. Ella se enojaba y le decía bueno tomá, dejátela para vos. Ninguno se imaginaba que eso iba a suceder".
Juan contó que asumir nuevamente el rol de padre con 62 años no fue para nada fácil. Pero sí maravilloso. Tuvo que volver a aprender a cambiar pañales, a preparar mamaderas y, sobre todo, a jugar porque hacía más de 20 años que ya no jugaba a las escondidas, a las rondas o a la pilladita. Pero también, a no permitir berrinches y poner límites.
Como el día en que se volvió a convertir en padre, Juan recuerda "como si fuese hoy" cada momento compartido con Zelmira. Entre lágrimas de alegría y emoción, revivió el nerviosismo que vivió junto a su esposa cuando le festejaron el primer año de vida a la pequeña, la angustia cuando la dejaron el primer día de clases en el jardincito, y el orgullo de cuando le pusieron el tutú y las zapatillas de media punta para que participara en el primer festival de ballet. Pero también, el miedo y la angustia de hace un par de años, cuando tuvieron que decirle que no eran sus verdaderos padres. "Nunca pensamos en ocultarle la verdad, sólo esperamos a que tuviera edad para que pudiera comprender la situación -contó Juan-. Le dijimos que su verdadera mamá era Belén que estaba en el cielo viviendo con Dios. Al principio se enojó y se encerró en su pieza por unos minutos. Después salió y nos dijo que no quería otros padres que no fuéramos nosotros. Desde entonces va al cementerio seguido, limpia la tumba de su mamá y le pone flores. Y nos prohibe que lloremos".
Hoy se celebra el Día del Padre y Juan sabe que Zelmira, como siempre, le hará más de un regalo. Pero ninguno tan valioso como su propia existencia. Dijo que para él no hay obsequio más maravilloso que el escuchar a esta pequeña de 6 años llamarlo "papá" o "viejito de mi corazón".
