�El papa emérito, Benedicto XVI, que hace un año sacudió los cimientos de la Iglesia al renunciar en plenas facultades mentales al papado, lo que no ocurría desde Celestino V en 1294, reapareció ayer, tal y como estaba previsto, en la ceremonia de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. Lo hizo media hora antes del inicio de la ceremonia, vestido completamente de blanco y con su mitra. A su llegada fue recibido por un caluroso aplauso de la multitud que colmaba la Plaza San Pedro y saludado por las autoridades que llegaban a la zona preferencial para concelebrar la ceremonia. El Papa teólogo se sentó entre los cardenales, a la izquierda del altar mayor en el que Francisco ofició el rito de ascensión a los altares de sus predecesores.
Joseph Ratzinger, que cumplió la pasada semana 87 años, vive tras su renuncia, el 28 de febrero de 2013, en un monasterio en los jardines vaticanos, y durante este año ha aparecido en varias ocasiones junto con Francisco, aunque ha decido pasar a un segundo plano.
