Abierto el sistema lexicográfico dispuesto con límpido esplendor por la Real Academia Española, es conveniente resaltar que la misma no impone términos ni acepciones sino que muestra, selecciona y explica las palabras en uso, tanto los viejos arcaísmos como los neologismos de época, que le sustraen y conceden riqueza idiomática, aceptando tutelar e intercambiar razones y juicios que decidan el curso del castellano o español, con expuesto rigor académico o bien por el entendible vicio de los hispanohablantes. Este ordenamiento es discutido por eruditos y excelsos escritores, creadores de novedosas y superiores formas literarias, incluyendo a quienes lo critican, toleran o lo ignoran obedeciendo sólo a códigos propios.
En el Día del idioma coincidente con la celebración del Día internacional del libro diremos que la lengua, el lenguaje, siempre fue y es un concierto de andanzas y movimientos, vivificante en los límites y nutriente en su cuerpo medular. No es sencillo congeniar tiempo, región, vulgarismo y habla popular, terminología científica, imposición del uso comunicacional, cibernética, costumbrismo y enredos fonéticos, para organizar un idioma de permanente renacer gramatical y constante aprendizaje; todavía haciendo acopio de latiguillos y malformaciones idiomáticas, solecismos y análisis de conceptos, ya definidos por la mejor bibliografía y el genio artesanal de la buena literatura.
Y si damos con latiguillos, es de advertir el reiterado uso de "la verdad que…+ para responder inicialmente una nota, crónica, entrevista o frase común, en boca de deportistas, políticos, periodistas, vecinos comunes, como un fenómeno extendido, incluso en España misma. Hasta nueve veces, en un breve y eventual encuentro televisivo.
Frecuente es escuchar "la gente+ para referirse a lo que se entiende, o se entendía, como pueblo, fonema al parecer en desuso. Recordar el optimista "el pueblo nunca se equivoca+ y el deprimente "este pueblo no tiene cura". Es inaceptable hoy el enfermizo "garage", "collage" y "ballotage" pronunciado en francés, cuando es ley un cultivado garaje, colaje, balotaje, bricolaje. Periodistas instruidos, dicen "por hay" en vez de "por ahí" (para significar duda, quizás o tal vez), y que es ya un barbarismo usual. Y si le quitan el verbo "disfrutar" se quedan sin veraneo. Tanto como apocopar los adjetivos numerales ordinales "primera" y "tercera" en femenino, que no es admisible, al igual que "postrera". Tampoco décimoprimero/a y décimosegundo/a (inexistentes) en vez del correcto undécimo/a y duodécimo/a. En el ámbito educativo primario y superior incluso, se usa el verbo suplantar como sinónimo de suplir, que es otro adefesio barbarizante. El diccionario elemental aclara la enorme diferencia: suplantar es algo ilegal o fraudulento. Bien puede usarse sustituir como sinónimo de suplir, aunque el primero también implique y defina el acto de remediar un daño, falta o carencia.
Desde la escena y el micrófono se dice "cien por cien sanjuanino+ donde corresponde ciento por ciento, salvo que aquel se aplique como final de frase. Y cien por ciento tampoco es aprobado. Confundir un "tema" con una pieza, canción, obra o composición musical, es algo vulgar y de uso "utilitario".
El uso de las "malas palabras" (soeces, hirientes, aleves) es un fenómeno que abunda y desconcierta, por el ejemplo triste trasladado a otra generación, inyectando la obscenidad oral como símbolo de picardía y desinhibición lingüística, cuando es, por cierto, el avance burdo de la abyección idiomática pública. Fontanarrosa fue un sabio y preciso traductor de ellas ante el gran escenario de la lengua española universal, y queda su imagen junto con su reflexiva voz para los tiempos. La futbolización (pelotización) y la transmisión deportiva, procaz y chabacana, ha producido una mugrosa indecencia que quiere ser graciosa, cuando es sólo un grotesco del homo cavernícola, superado con delicado humor por el consejero perro Mendieta del rosarino.
Malas palabras, dicen los hombres sabios, son miseria, hambre, corrupción, prebenda y nepotismo, pobreza y sacrilegio. Pero las otras, rotuladas "malas", abonan el cerebro colectivo que las usa respetando ubicuidad, decoro, mesura, recato, moral y vergüenza.
Las personas inteligentes usan la lengua luego del entendimiento, y procuran "que las palabras sean mejor que los silencios", ennobleciendo aquel milenario apotegma chino, al que el duende comunista y trotamundos de Isla Negra, le agregó poesía con "me gustas cuando callas porque estás como ausente+.
Errores y horrores recientes son, "ambos dos+ en boca de un fiscal; acto a desarrollarse "el día 15 del mes de febrero del año 2014 a las 9,30 horas" en invitación escolar; "lo metieron para adentro+ en un jefe policial; "lo sacaron para afuera+ en cualquier micrófono.
El femenino de actor es actriz en la representación, y actor y actora en el Derecho, y el de juez es jueza, El género de presidente, docente, paciente, gobernante y muchos otros, está dado por el artículo y bien merece otro texto que excede el espacio.
El cambio de palabras castellanas, en pleno uso, sustituidas por extranjerismos, neologismos y tecnicismos cibernéticos, anglicismos, es inadmisible, tanto como el purismo rebuscado. La RAE resuelve algunas dudas y genera otras.
(*) Médico Clínico.
