A media tarde, estaba cambiando de lugar a un malvón, cuando llamó Pepe Sarasúa para darme la noticia: se había ido el Chango Yacante; él también había cambiado de lugar; en rigor, no se había ido. La voz tristona del Pepe me abrió una enorme ventana a la vida retrospectiva.

Entrábamos casi niños por primera vez con Hugo a Radio Colón, por allá por el sesenta y tantos, con nuestras humildes guitarras como alforjas de sueños. Eduardo Guido Chialella nos esperaba en hall. Entre otras cosas, dijo que en media hora comenzábamos el programa que duró aproximadamente un año. En la querida radio orgullo de nuestra provincia, conocimos a todos. Fue cuando nos enteramos de que había un muchacho llamado Villavicencio que, junto al Chango Yacante y Daniel Godoy ya eran figuras en el arte de la guitarra.

Al Chango lo conocimos tiempo después, y descubrimos a un gran ser humano más allá del gran guitarrista. Venía de su Catamarca natal, tierra de Acosta Villafañe entre los más ilustres, y se aquerenció acá, llegando a amar y promover el folclore cuyano como pocos de esta tierra; lo dignificó con sus ejecuciones cuidadas y su respeto por los temas, fue uno de sus máximos cultores. En los últimos años se unió a Víctor Guzzo, formando un dúo de lujo inclinado fundamentalmente al tango, al que prestigiaron con interpretaciones sorprendentes incluyendo con talento el charango en el clima de esa música de arrabales del Río de La Plata.

Sabemos que nos apreciaba, el Chango. De su voz pausada y sentenciosa sólo era posible escuchar cosas simples pero importantes. Tocaba la guitarra como quien acaricia una criatura o entrega un piropo. Le puso en sus recovecos de barrios y romances esquinas soleadas y un clavel del aire para que el bello instrumento fuera pájaro y pasión. Nos hizo sentir más sanjuaninos, regalándonos conceptos preclaros sobre nuestra música, a la que adoptó seguramente por imperio de su arraigo en esta tierra que le fue cordial. Un señor era el Chango. Se ganó el respeto por fuerza de su sencillez y hombría de bien. Representó a San Juan como el mejor sanjuanino. Jamás se doblegó al guiño fácil o el recurso efectista. Él sabía bien que lo perdurable pasa por el callejón de lo auténtico y no por las falsedades.

Querido amigo: que este cambio de morada sirva para ensalzar la guitarra en el traspaso. La música no muere, siempre habrá canciones en el aire, siempre se juntarán los troveros a respaldarse en las bellezas que tipos como vos supieron conseguir.

(*) Abogado, escritor, compositor, intérprete.