Ambas emanan la fibra aborigen de la selva chaqueña. Están unidas en sangre y enaltecen con orgullo la convicción artesanal de sus antepasados. La progenitora, es Santa, a secas. O más bien, "Santa, artesana", como supo presentarse con forzado pero esmerado español. Tiene 80 años, caminar pausado, larga cabellera nívea, oscura piel ajada y cuantiosa vitalidad. Su heredera, es Adelia Castillo. Acusa 38 años, presume divertida cordialidad y oficia de vocera familiar -es la única que exime por momentos su idioma Qom y sostiene un prolongado discurso-. Las dos -y junto a otras 7 artesanas tobas-, se transformaron en una atracción de la 17ma. Feria Internacional de las Artesanías y viven su estadía "como un sueño", dirán luego. Allí, cobijadas en el stand "Pequeños gestos, grandes logros" que amadrina la cantante Patricia Sosa -hoy en San Juan- y rodeada de ponchos de lana y cestería, compartieron su mística silvestre. Si bien al principio demostraron pudor, luego se entregaron al relato y compartieron su historia.

La primera en romper el hielo fue Adelia porque Santa es más tímida (y le cuesta el español). Contó que es la menor de cuatro hermanos (dos fallecieron), que tiene 4 hijos (de entre 10 y 15 años), que su marido "se quedó para cuidarlos" y que su mamá le enseñó a hacer artesanías a los 8 años. "Un día, cuando seas grande vas a tener hijos y vos tenes que ayudar a tu marido si por ahí no tiene trabajo" le aconsejó Santa y en pos de preservar tradiciones.

"Soy la primera que le enseñó a mi familia todo sobre artesanías. A mí me lo enseñó mi mamá antigua (Antonia, su madre). Ella me mostró el trabajo", aportó la anciana con fragmentada pronunciación. Mientras el público ingresaba al stand de la fundación, chusmeaba precios, compraba y se sacaba fotos con el dúo, Adelia prosiguió describiendo a su mamá y algunas travesuras que reflejan su energía.

"Nosotros no queremos que trabaje mucho. A veces se esconde para lavar la ropa o hacer tortas, pero nosotros la descubrimos. A ella le gusta trabajar todo el día. Duerme poco", remarcó.

"A mí me gusta trabajar. Me gusta hacer bufandas y canastos", arremetió Santa como para dejar en claro que su entusiasmo es inagotable. De hecho, no duda en levantarse de una silla para atender a los clientes, repartir sonrisas y saludar a los niños y familias que se acercan. Sucede que desde que llegó el "team" de indias, Santa se distinguió y se transformó en la gran atracción del Predio Ferial -no en vano el orgullo de Patricia Sosa la describió "como una Susana Giménez"-.

A esa impensada popularidad, tanto Santa como Adelia la viven con gratitud "porque desde llegamos, los criollos (como definen a los blancos) nos tratan muy bien". También deslizaron que "por primera vez venimos a un pueblo tan grande como éste. Teníamos muchas ganas de salir, pero es muy difícil conseguir la plata para viajar. La gente ya no compra como antes porque se llenó el pueblo de artesanías y sentimos que el gobierno se olvidó de nosotros. Sólo vinimos gracias a la cantante Patricia Sosa", dijo Adelia y agregó que "gracias a ella recién ahora tenemos luz y agua". "Es un ángel" ratificó Santa, la única de todas que participó en varias Ferias Nacionales -hasta viajó en avión "sin miedo"- y quiere que las artesanías tobas (su única fuente de ingresos) se expandan por el país. "Quiero que todos vean lo que hacemos", esbozó su esperanza.

El binomio de mujeres recorrió la cuidad, conoció las montañas y quedó encantando con San Juan. Hay motivos. Este viaje es histórico en sus vidas, vendieron casi todos su trabajos, prolonga su atmósfera ancestral y las corona como auténticas y admirables guerreras. ¿Alguna duda?