El hombre se paró en la puerta del comedor y preguntó si podía cenar en el lugar. Le contestaron que sí, pero igual no entró. Primero aclaró que no vivía en la calle, que no era indigente y que sólo necesitaba con quien compartir la cena. Fue en el Hogar Teresa de Calcuta que, de un tiempo a esta parte, dejó de ser un albergue exclusivo para personas que viven en la calle. Actualmente le da de cenar a gente de clase media que viven en sus propias casas, pero solas, y alberga a quienes llegan desde departamentos alejados para hacer trámites en la ciudad.
Estela Cejas, directora del hogar, dijo que ahora es común que llegue ‘algún solitario’ a cenar en el lugar, especialmente los fines de semana. Aunque ninguno se queda a dormir. ‘Estas personas vienen porque necesitan con quien hablar y compartir la mesa. A veces ni siquiera hablan con los demás, y sólo se conforma con estar acompañados’, dijo Cejas.
La funcionaria agregó que a este grupo también se suman las personas de departamentos alejados que vienen a hacerse atender en los hospitales. Dijo que cenan y pasan la noche en el hogar para madrugar al día siguiente para ir al médico. Incluso, el hogar le da comida y hospedaje a quienes tienen algún familiar internado y no tienen recursos para viajar en colectivo todos los días. ‘Si bien este lugar se abrió para asistir a la gente en situación de calle, su prioridad es darle contención a todos los que lo necesiten. Acá no sólo van a tener cama y comida, sino también la posibilidad de tramitar hasta algún beneficio social’, dijo Daniel Molina, ministro de Desarrollo Humano.
En el invierno aumenta la demanda en el hogar. Por noche, en promedio, unas 20 personas llegan en busca de asistencia.
