Es una voz autorizada a decir lo que piensa, lo que lo desvela y todo aquello de lo que duda. No porque el resto de los mortales no tenga esta posibilidad. Sino porque la claridad de sus pensamientos obliga a cualquiera a detenerse, escucharlo y tener ganas de seguirle preguntando.
Santiago Kovadloff, el filósofo porteño próximo a cumplir sus 70 años que ha dejado huellas como ensayista, poeta, traductor de literatura de lengua portuguesa, columnista del diario La Nación y autor de relatos para niños, además de intérprete en voz alta de los escritos de Borges, llegará a San Juan de la mano de Elio Azerrad de la consultora Factotum y el grupo editorial Planeta. Dueño de premios y distinciones de todo tipo, vendrá a compartir su libro "Dos miradas", donde se recopilaron en el 2012, dos de sus ensayos: La nueva ignorancia (del 2001) y Sentidos y riesgo de la vida cotidiana (de 1998 y 2004). En esta nota, adelanta justamente algunas de sus visiones.
-¿No será la primera vez en San Juan?
–Ya he ido varias veces a San Juan, donde me han demostrado la amabilidad de su gente y donde he tenido la oportunidad de conocer el Valle de la Luna, un lugar muy difícil de olvidar porque fue mi primer viaje extraterrestre.
-Semejante experiencia quizás pueda ser tema para un próximo ensayo. ¿Lo ha pensado?
-Ojalá, nunca se sabe con certeza porque en verdad lo que escribimos se nos impone. No es algo que elegimos, sino que es algo que dispone de nosotros y nos impone su propia temática.
-Qué rara esa visión para definir la inspiración.
-Yo estoy convencido que un escritor es alguien que no puede eludir lo que escribe.
-¿Qué mérito debe tener alguien que es ensayista: un ojo crítico, un conocimiento profundo de la realidad, una postura tomada?
-En mi experiencia, un buen ensayista es alguien que nos muestra el efecto que sobre él han tenido algunos problemas, algunos temas, algunas cuestiones que tramitadas por su propia subjetividad no aspiran a ser la manifestación de una verdad sino en todo caso de una vivencia asociada a lo que ese autor entiende por indispensable o por verdadero. Siempre el ensayo es la expresión de un temperamento. El ensayo es esencialmente literario porque pone de manifiesto el destino que en una sensibilidad corren determinados temas y es por eso que el ensayista no aspira a probar nada, sino, en todo caso, a mostrar qué destino han corrido en su sensibilidad, ciertos asuntos.
-Entonces, para usted que tiene experiencia en ambos géneros, ¿cuál es la diferencia entre ensayar y opinar sobre un tema?
-La opinión es un ingrediente fundamental del ensayo porque la opinión es un punto de vista que no niega su carácter subjetivo. El ensayo a diferencia de la monografía no aspira a ser probatorio, sólo quiere ser testimonial. En ese sentido está emparentado con la opinión. Otra dimensión fundamental del ensayo es que su lenguaje es fuertemente personal que permite transmitir la intensidad de las vivencias y de las convicciones de un escritor.
-Vendrá a presentar un libro que contiene dos de sus ensayos, los que plantean temas básicamente humanos. ¿Esos problemas siguen vigentes pese a que usted los expresó hace un tiempo ya?
-‘Dos miradas" es la reedición de dos obras previas: una "La nueva ignorancia" y la otra, "Sentido y riesgo de la vida cotidiana". Yo entiendo que los ensayos no han perdido actualidad. Es más desearía que no hubiesen perdido actualidad. Eso se debe al hecho de que la nueva ignorancia es aquella que nace de una educación fuertemente fragmentada, fuertemente especializada, que por un lado aporta un conocimiento quizás crecientemente y más profundo de un tema pero por otro, implica un cierto aislamiento en la especialización, lo que contribuye a acentuar la fragmentación de la cultura contemporánea. Esa nueva ignorancia se diferencia de la ignorancia clásica que consiste en el desconocimiento general. La nueva ignorancia consiste en una indiferencia muy marcada y hasta cierto punto convalidada por quienes se atienen a explorar exclusivamente aquello que conforma su campo de especialización, sin evidenciar interés por todo ese universo de problemas que están unidos a aquello que cada cuál hace en su campo y que sin embargo son problemas soslayados por esa urgencia y esa necesidad de recluirse, cada vez con más contundencia, en lo propio, sin entender hasta que punto allí se juegan los temas más universales. Y en cuanto al "Sentido y riesgo de la vida cotidiana", intento mostrar dos facetas de la vida cotidiana: una que tiene que ver con el hecho de que sin cotidianidad, es decir que sin cierta estabilidad en el orden de los significados y en el plano de las actividades, el hombre no puede vivir. No hay dudas que el hombre no sobrevive si no cuenta con una rutina, sin una cierta estabilidad en cuanto a la previsibilidad necesaria de los hechos para que pueda organizarse y desplegarse. Y por otro lado, cuando la rutina se vuelve de alguna forma "macrocefálica" o alcanza a colonizar la totalidad de los aspectos de nuestra vida, perdemos con eso la posibilidad de valorar el asombro, la ruptura de lo previsible, y todo aquello que de alguna manera contribuye a que descubramos la emoción de lo inesperado.
-Y así podamos seguir viviendo.
-Y sigamos viviendo, claro. Necesitamos tanto de la estabilidad que brinda la rutina como de la perplejidad que implica el asombro y la posibilidad de sentirnos ante algo inédito. Mi esperanza es precisamente que estos ensayos y todos aquellos que los rodean y que se hilvanan con esos dos, permitan que el lector advierta hasta que punto lo que se le propone allí es un repertorio de problemas contemporáneos.
-¿No es contradictorio que cada día estemos más especializados en un tema pero a su vez cada vez más informados?
-Hay sin duda un dilema muy interesante entre la creciente información que disponemos y un empobrecimiento bastante marcado de nuestra subjetividad, es decir que a veces la información coloniza por completo la intimidad, la vida privada, y hace que la privacidad pierda significado frente a los estímulos externos que brinda esa información. Yo creo que es indispensable el darnos cuenta de que no necesariamente la mayor información amplía nuestros conocimientos. Todo depende del área en la que situemos la cuestión.
-Usted es un privilegiado, ha probado con diferentes géneros literarios.
-Eso es algo muy curioso, yo creo que a veces los escritores nos parecemos a los músicos, es decir, componemos obras que tienen distintos registros, sonatas, cuartetos, tríos, sinfonías. En mi caso, la poesía, la traducción, los cuentos para niños, el ensayo, el artículo periodístico me han dado la posibilidad de explorar distintas posibilidades expresivas, tal vez no todas con la misma suerte en términos de repercusión, pero sí en respuesta a una necesidad idéntica. Para mí por ejemplo traducir es una experiencia literaria tan intensa y comprometida como puede ser la composición de un ensayo propio o de un cuento. El traductor interpreta lo que el autor quiso decir.
-Me animo a decir que se ha dado todos los gustos literariamente hablando: interpretar con su voz a Borges, traducir a Serrat, escribir para grandes, para chicos.
-Otra de las alegrías que he tenido fue traducir a Les Luthiers al portugués. Fue fascinante trabajar con su humor, convivir con este grupo de artistas excepcionales de los cuales aprendí muchísimo y me divertí muchísimo. Traducir las canciones de Serrat también fue fantástico y ni qué decir de ponerle la voz a Borges. Me he dado muchos gustos pero considero que la vocación es insaciable. Sigo deseando escribir, escribo y pienso espectáculos y me voy acercando a los 70 años como si tuviera 30. Por lo menos tengo el sentimiento de perplejidad y alegría de vivir, que me dan la idea que no he envejecido en la vida en lo fundamental.
-O sea que ha encontrado el sentido a la vida cotidiana
–Le he encontrado el sentido y el riesgo también a las relaciones, a la capacidad de generar cercanía, al deseo de transmitir a otros, y a la posibilidad de renovarnos y no quedar atrapados.
