El vivac, ese que está activo las 24 horas, que no duerme ni a sol ni sombra y que vive en medio de un Rally. Esa palabra que traducida significa campamento, y que los sanjuaninos recién la familiarizaron en enero cuando el Dakar tuvo su estreno en San Juan, ahora cambiará de escenario. El campamento donde viven los equipos, se arreglan las máquinas, se come, duerme, bañan, y cuando pueden despuntar el vicio tiene su momento de furor ya sea con juego, mate, o el sabor inigualable de “fumarse un cigarrillo luego de una larga jornada”, como expresaron en la edición pasada los habitantes del vivac que pasó por la provincia. En el vivac es donde se sigue con la tradición de todas las noches mantener encendido un fogón cercano a la carpa del comedor, para que allí vayan a charlar o meditar todos los involucrados en este circo. Cuando el día de competencia finaliza, el ruido es ensordecedor, ya sea de motores, moladoras, bocinas, grúas y todos aquellos equipos que viven dentro de la puesta a punto de un auto, moto, camión o cuatriciclo, hasta que la competencia comienza y tiene su relax, para darle lugar a los pilotos que entren en acción. El vivac es su casa, su vida, su mundo para el piloto del Dakar. Allí el tiempo para desentenderse del trabajo es poco y encima dormir para algunos se torna algo incómodo. Es que no todos -por el presupuesto- tienen una cama para descansar. Aquí la bolsa cama, un simple colchón, o “tirarse” al aire libre, sirven para cerrar los ojos un instante. Ese es el vivac, un lugar privado donde el público no puede ingresar, donde humanos y máquinas tiene su momento.
