“Una bolsita de tortitas, por favor…”, esa fue la frase más repetida en el stand que atendieron Blanca Bravo y Josefa Ormeño junto a otros artesanos, y fue uno de los más convocantes de la carpa de San Juan.

Blanca trabaja con las tortitas, las semitas con chicharrones y el pan casero desde hace más de 15 años; tiene cuatro hijas y dos varones y con lo que vende ayuda a su marido pensionado. Por su parte, Josefa empezó más o menos al mismo tiempo, tuvo 7 hijos y es abuela y bisabuela.

En medio del público que se reúne en el puesto para degustar los sabores del norte, ellas son parte de las caras más antiguas de la feria. “Esta es la feria número 18 para mí”, dice Blanca quien amasó solita más de 200 docenas con sus manos; al igual que Josefa quien contó con la ayuda de una de sus hijas para hacer más de 100 docenas.

Ambas heredaron este secreto culinario a base de yema de huevo de sus abuelas. “Pero viene de la época de San Martín, que mandó a hace un pan que durara mucho tiempo para alimentar a los soldados en la cordillera”, agrega Blanca sobre el prestigioso pasado de este producto, cuyo atributo es que no se endurece con el correr de los días. Tan bien fueron sus ventas que, pese a sus extenuantes jornadas en el mercado, ellas se levantaron al alba toda la semana, para que el mercado tuviera siempre sus tortitas.