Quien ama por convicción ama dos veces, por amor y aún más por principios. Cuando afirmamos por amor, incluimos el sexo y los sentidos, la atracción física y el contacto corporal, además, los sentimientos y los afectos, alimentados estos últimos por el compañerismo, el respeto, la ayuda mutua, en definitiva, por las cualidades de las personas tales como la bondad, la dedicación por el otro y la entrega. También se incluyen aquí las cualidades morales como la honestidad, decencia, decoro, rectitud y humildad.

Ahora bien, cuando hablamos de amor por principios se comprende a la primera acepción dada anteriormente y se engrandece aún más con la dignidad y la virtud, pues se requiere del sacrificio, generosidad y negación de sí mismo, es decir, la eliminación de todo egoísmo y pretensión en sus múltiples aspectos. Si usted ha llegado a amar por principios, deberá ser cauto, pues el mundo está orientado a lo contrario, salvo la voluntad de querer siempre el bien del otro y no la satisfacción propia.

En el terreno de los principios, amar por convicción significa en primer término amar con dignidad, amar con la misma vida de uno, ya que se es digno por el sólo hecho de existir y a partir de allí, comprender que hay otro ser frente a mí reconociéndolo como persona, sería lograr la instancia por mérito de uno mismo. Amar por convicción también significa al mismo tiempo, amar con la virtud es decir amar con propiedad, diferenciando lo propio de uno frente a lo propio del otro, esto es de acuerdo a la constitución del ser ya que por naturaleza se lo distingue entre varón y mujer y nadie ni ninguno puede resistir esta condición esencial al carácter de la especie humana pues no está en afirmar ni en componer las cosas de acuerdo a la convivencia social y los tiempos que vivimos en tal forma.

Amar con la virtud significa la razón más elevada de la especie humana, pues supera a la dignidad y excede al contenido moral ya que no se sujeta a concepciones ideológicas o particulares de vida, luego no está sujeto a costumbre alguna, ni a estilos de vida ni mucho menos a lo que eventualmente el derecho pueda establecer. Lo más valioso de la especie humana no está sólo en la procreación ni en el hecho de cumplir como padres y madres, ni por engendrar ni por adoptar hijos, sino en fortalecer el modelo único y ejemplar de mostrar las cosas como son.

Cuando afirmamos las cosas como son no decimos las cosas como deberían ser, como yo quiero que sean, como quieren los demás que sean o como se presentan en la realidad que vivimos sino por su condición de género y diferencia específica y esto no significa discriminar sino delimitar, por lo que sería distinto a que alguien se sienta discriminado pues, nos podemos sentir de distinta manera una y otra vez o quizás toda la vida, pero eso no significa que nos estén discriminando ya que el problema no está en lo que los demás digan sino en mí mismo.

Las personas de condición homosexual o de otros de estilos variantes de vida, deberán entender y comprender, es decir, saber y reconocer que se les tendrá en cuenta su condición o manera de vivir que llevan, pero al mismo tiempo deberán aceptar que no pueden presentarse como modelo natural y es más deberán educar e inculcar los principios de diferenciación de sexo y la condición natural del hombre y la mujer para el amor ya que la situación de vida particular de cada uno no puede bajo ninguna forma superar el fin natural de la especie.

Que por el derecho se admita el "matrimonio homosexual” o que el INADI. argumente a favor en la misma razón legal, significará esto entender el amor en su primer concepto, es decir, como atracción física y tal vez cargado de ciertas cualidades personales o morales, pero la incorporación del amor en su concepción de amar por principios muy lejos e inalcanzable estará respecto de aquella posición, pues ésta última se da en el desarrollo de la virtud, es decir, en la capacidad del hombre de producir sus efectos en su propia línea de ser, varón o mujer o bien, la de los espíritus bienaventurados que tienen la fuerza para cumplir las operaciones que por su voluntad de querer se corresponden con la potestad natural de generar la vida. Por el hecho de existir diversos tipos de familias, no se puede omitir justificar la unión natural en la especie humana para la procreación pues de lo contrario la misma Institución, el INADI, caería en la discriminación ya que aceptar en derecho y sostener la diferencia y separación al modelo natural de unión en las parejas no es nada más y nada menos que propiciar, alentar y favorecer el incremento o proyección de mas parejas de aquella condición, creando un conflicto insalvable entre la educación y el derecho, situación ya instalada en nuestra sociedad y que se ha hecho una cuestión discutible que hay que definir entre los legisladores y jueces. Esta concepción de amor por convicción basada en los principios pone en evidencia los grandes desaciertos de la mente humana.