Una de las características más relevantes del hombre en su dimensión humana es su capacidad para razonar, para meditar sobre sus actos, que deben ser la mayoría de las veces conscientes y orientados a hacer más creíbles sus propias decisiones.
Esto no se observa en la realidad de nuestros días donde son múltiples los individuos de los más diversas actividades y ocupaciones convertidos en verdaderas muestras de un mundo hostil en permanente ebullición y desencuentros; ya sea conduciendo vehículos sin prudencia, provocando muertes, e incluso hiriendo a sus familias.
Esa deshumanización creciente no debe contagiar con la ira a todas las personas ya que de por si sufren adicciones y su contacto tecnológico con la comunicación virtual los aísla del mundo del diálogo y de su entorno.
Esas actitudes extemporáneas, por ejemplo, las trasladan luego a la escuela y a los ámbitos educativos como así también a otros sectores de la vida social, económica y política para provocar reacciones en grupo que afectan a la sociedad toda, de lo que se podría dar numerosos testimonios.
Pretender que un ser humano asediado por la falta de trabajo, por la inestabilidad emocional y la permanente estimulación mediática sea feliz, es una pretensión muy ambiciosa. Pero estos seres son el producto de un submundo oscuro, inquietante e incierto, en el que nadie por ninguna causa debería caer.
Si el hombre se fortaleciera con buenos pensamientos que lo lleven a obrar con creatividad y entusiasmo tendríamos un modelo alejado de la denominada "cultura light”, tan de boga en estos días, donde por ejemplo predomina en Internet el gusto por los sitios sin ningún valor agregado entre ellos el de "beautiful people” (gente linda) cuyo único mérito es que aparecen ahí los más bellos en las distintas actividades sin ningún plus en su vacía personalidad.
Un hombre que pertenece a sólidos grupos sociales y tiene un rumbo marcado en su vida, podrá elegir libremente su futuro si aprende a veces a fracasar para volver a empezar aún desde la nada, sostenido sólo por su valía moral y por el intelecto. Ese es el camino y con esa luz que nunca debe encandilamos debemos superar todas las vicisitudes y todos los compromisos vitales para fortalecemos en la lucha diaria sin menguar por eso la fortaleza y la esperanza en nosotros mismos.
