El pasado 22 de abril se conmemoró el Día Internacional de la Madre Tierra para reconocer la responsabilidad que nos corresponde de promover la armonía con la naturaleza y la Tierra a fin de alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras.
Este año, coincide con la ceremonia de firma del Acuerdo de París sobre el cambio climático, que tendrá lugar en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Dicho acuerdo fue aprobado por los 196 estados partes de la ‘Convención sobre el Cambio Climático’ en París el 12 de diciembre de 2015. En el acuerdo, todos los países se comprometieron a trabajar para limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 grados centígrados, y dados los graves riesgos, a esforzarse por lograr que sea menos de 1,5 grados centígrados. El tema elegido para el evento 2016 es en favor de ampliar y diversificar el movimiento ambiental en todo el mundo y movilizarlo eficazmente para construir un medio ambiente saludable y sostenible, hacer frente al cambio climático, y proteger la Tierra para las generaciones futuras. Así la misión es árboles para mi plantar 7,8 billones de árboles para el 2020, cuando se cumplirán los 50 años del movimiento.
¿Por qué los árboles?
– Mitigar el cambio climático y la contaminación: los árboles absorben el exceso de CO2, los olores y gases contaminantes como óxidos de nitrógeno, amoníaco, dióxido de azufre y el ozono.
– Proteger la biodiversidad: la plantación de árboles adecuada, ayuda a contrarrestar la pérdida de especies.
– Apoyar a las comunidades y sus medios de vida sembrar árboles ayuda a las comunidades a lograr la sostenibilidad económica y ambiental a largo plazo y proporcionar alimentos, energía e ingresos y beneficios sociales y psicológicos.
Bosques, árboles y agua en las tierras áridas: Un equilibrio delicado
En las tierras áridas, donde la competencia por el agua es aguda, los árboles solo deberían plantarse en los lugares donde su plantación resulte necesaria y posible, y en el momento en que se precise de ellos. Las zonas desérticas cuentan entre los ecosistemas más frágiles del mundo, y su situación de fragilidad es acentuada por las sequías periódicas y la creciente sobreexplotación de unos recursos exiguos. Las tierras áridas y semiáridas cubren alrededor de un tercio de la superficie de tierras emergidas, y en ellas vive una población de aproximadamente mil millones de personas que en su mayoría están entre las más pobres del mundo. Los bosques, árboles y pastos son elementos constitutivos esenciales de los ecosistemas de zonas áridas, y contribuyen a mantener unas condiciones apropiadas para las actividades agrícolas, los pastizales y los medios de subsistencia humana. En las zonas áridas, los bosques y árboles potencian las estrategias de mitigación de la pobreza y reducen la inseguridad alimentaria, ya que proporcionan a la población rural pobre bienes (especialmente leña y productos no madereros) y servicios medioambientales y ayudan a la diversificación de las fuentes de ingreso de los hogares.
Aproximadamente el 6 por ciento de la superficie forestal mundial (o alrededor de 230 millones de hectáreas) se encuentra en tierras áridas (FAO, 2002). Los árboles fuera del bosque (diseminados por el paisaje, tierras labrantías, tierras de pastoreo, sabanas y estepas, tierras yermas y zonas urbanas) desempeñan una función vital en las tierras áridas, aunque resulta difícil evaluar la extensión que ocupan.
