Cuesta creerlo pero es la realidad, la Argentina terminó el 2023 y comenzó el 2024 siendo el país con más alta inflación en el mundo, algo que durante décadas estuvo reservado a los estados más pobres o peor administrados del planeta como Venezuela, donde el régimen chavista, al que le dio continuidad el presidente Nicolás Maduro, sumergió a ese país en la mayor de las miserias pese a contar con tantos recursos. 

Tras los desastres económicos que nuestro país viene soportando desde hace varios años, la inflación fue trepando paulatinamente hasta alcanzar el nivel actual y posicionarse por sobre el Líbano, al que el último año superó por 20 puntos porcentuales. Mientras el país asiático tuvo durante el 2023 una inflación de 192,3%, con un registro en diciembre de 0,02%, la Argentina alcanzó el 211,4% con un gran impacto del mes de diciembre donde superó el 25%, según datos del Indec.

Es el porcentual más alto en tres décadas, desde el período de hiperinflación de finales de la década del ochenta y comienzos de los noventa cuando se produjo el cambio de gobierno entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem.

A medida que transcurrió el 2023 la Argentina fue superando al Líbano y a Venezuela, que, de acuerdo al índice que se tome, han quedado en segundo o tercer lugar. Venezuela durante varios años lideró este ranking negativo por los motivos apuntados, en relación a las sucesivas malas administraciones que tuvo este país latinoamericano. De todas maneras, y para agravar un poco más la situación de Argentina, Venezuela tuvo en 2023 una inflación estimada en el 193%, lo que representa una caída significativa si consideramos que en 2022 la inflación de ese país fue del 305%, es decir que mejoró considerablemente.

El 25,5% de inflación mensual de diciembre último que tuvo nuestro país está entre los peores registros a nivel global, colocando a su economía entre una de las más deterioradas con grandes dificultades para su recuperación.

El nuevo gobierno de Javier Milei tiene ahora la difícil tarea de lograr la recuperación de la economía, para lo que se ha planteado un agresivo programa de reestructuración que resulta imprescindible y necesario si es que se quiere sacar el país adelante. Es un hecho que las medidas son duras y, en algunos casos, antipáticas, pero son muy pocas las formas que existen de revertir un rumbo si no se hacen cambios de fondo que hace tiempo se debieron haber implementado. 

La esperanza de que la inflación vaya cediendo es relativa y está sujeta a que se avance en el programa de reformas de la nueva administración.