"Nena comé zapallo que engorda las piernas flacas", decía mi mamá cada vez que quería estimularme a comer algo que llevara este ingrediente. Claro que a esta altura uno sabe que ningún alimento engorda una parte específica del cuerpo, pero bien valía la pena el pretexto para lograr el objetivo, siempre que no fuera una riquísima trenza de zapallo que hacía en el horno de barro cada vez que aprovechaba una horneada de pan casero. Apenas se enfriaba, nadie en casa necesitaba un pretexto para comerla. No recuerdo la receta, no supe pedirla a tiempo, pero sí sus aromas dulces, sus sabores agradables, y una masa que se deshacía en la boca. Esas sensaciones que tenía en mi memoria, volvieron a mí hace poco tiempo cuando probé un Viognier. Era suavemente dorado como la trenza, en nariz combinaba una equilibrada mezcla de cítricos, notas a flores de azahar, duraznos, damascos, y al parecer había pasado por roble porque se acentuaban notas tostadas de buena madera. Un vino elegante, con acidez equilibrada en el paladar, complejidad frutal y bastante frescura en su final. Se deshacía en la boca, como la trenza de zapallo. Eso me llevó a tener la certeza que este es un vino ideal para acompañar platos cuyo ingrediente principal es el zapallo. Simplemente porque queda bien.

Pero, como nada es casualidad en la vida, ni uno es la inventora de nada, leyendo lo que algunos que saben del tema dicen al respecto, encontré que precisamente el Viognier es "ideal para acompañar platos especiados livianos, pescados y mariscos, carnes blancas, ensaladas y postres de frutas. Algunos platos vegetarianos que van muy bien con este vino son sopa de verdura, crema de zapallo, papa de apio con mayonesa y perejil, entre otros". También pensé que es muy difícil encontrar alguna comida con la que no se lleve bien este vino, sobre todo si es servido a unos 9 o 10 grados de temperatura.

Tampoco debe ser casualidad entonces que con algunas comidas se puede seguir una línea cromática adecuada, y en este caso por qué no elegir vinos como el Syrah Rosé o el Malbec Rosé (elaborados a partir de una corta maceración con sus hollejos y luego vinificados como blancos), para acompañar los ñoquis de zapallo criollo, o el budín de zapallo anquito o los buñuelos aquí propuestos.

Para los zapallitos verdes mediterráneos o las milanesas de zucchinis me animaría a un tinto por el tipo de condimentos que llevan: Un tempranillo de buen cuerpo para que acompañe con presencia a estos dos platos.

En definitiva lo que logramos es una sinfonía de colores naturales, aromas y sabores que siempre nos recuerdan los olores de la cocina de mamá, la tía o la abuela, que son las que nos dieron la oportunidad de saber disfrutar de algo tan grato como es la comida nuestra de cada día.