Era ahora o nunca. Hacía rato que Atenas se quedaba con la amargura de una derrota cuando no lo merecía. Hacía las cosas bien, cometiendo el error de regalar al menos un tiempo o una buena parte del partido y su arremetida final nunca le alcanzaba. Eso estaba impactando feo en el ánimo de todos en Pocito. Incluso, poniendo en peligro la continuidad del ciclo exitoso de Luis Pallaroni como entrenador del Mirasol. Y ahora se le dio. Con una estupenda reacción en el complemento, donde apostó todo a ganador, Atenas metió un partido trascendental en su presente al vencer por 2-1 al puntero de la Zona 4, Independiente Villa Obrera, con el plus de haber arrancado abajo en el marcador frente a un equipo que sabe defender muy bien su ventaja y que suele lastimar feo en la contra. Este Atenas, fiel a su propuesta audaz, terminó festejando una victoria que terminó con esa mufa que lo venía hundiendo en las posiciones. Lo ganó y lo ganó bien.
En el primer tiempo, Villa Obrera se mostró más que ordenado para ejecutar su planteo habitual. Se cerró muy bien contra su arquero Araoz y acomodó las cosas para herir a Atenas con las contras. Tuvo un par de ocasiones con Amaya primero y con Alvarez después, hasta que a los 34’ apareció demasiado solo Mariano Nuñez para poner el 1-0 que sorprendía en el Bicentenario. Atenas intentó reaccionar y aceleró su paso en ataque creando un par de chances que no terminaron en el empate por la mala definición de Sergio Bustos cuando se moría el primer tiempo.
En la segunda parte, el acierto fue del técnico Pallaroni. Todo el mérito fue suyo para arriesgar el resto, defendiendo con línea de tres y atacando con tres puntas. Esa decisión le entregó la profundidad que no había tenido y a los 11’ llegó al empate con Ramón Gómez después de una de potrero del Willy Bronvale que se abrió de piernas para habilitar al zurdo. Atenas quería más y Da Silva casi convierte el gol del triunfo pero perdió ante el gran achique de Araoz. Villa Obrera ya no era el mismo para defender y solo se limitaba a sacarla lejos. Atenas intentó algo más. Quería por todos lados pero otra vez se estaba quedando con las manos vacías ante su propia impotencia. Pero como era ahora o nunca, armaron la jugada del partido yendo de izquierda a derecha para que Hugo Castro metiera el centro al corazón del área y allí, Lucas Cortez -acalambrado y todo- apareció para definir ante la sorpresa de todo el fondo de la Villa. Era justicia. Atenas no merecía perderlo, ni menos empatarlo. Por fin se acabó su mufa.
