Las asignaciones universales por hijo, que en noviembre del año pasado lanzó el Gobierno nacional para intentar paliar las deficiencias de los sectores más necesitados, sufrieron en los primeros cuatro meses de ejecución, una merma real de 16% respecto de su capacidad de compra de alimentos.
El monto de la asignación mensual por hijo es de 180 pesos, de los cuales 144 pesos se perciben directamente, y 36 pesos se depositan en una cuenta a nombre del titular, el que puede retirarlos una vez al año, cuando se demuestra que el niño concurrió a la escuela durante el ciclo escolar y cumplió con el plan de vacunación. Según el último informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), en junio pasado la canasta básica alimentaria había sufrido un aumento del 0,9% y de esta manera el índice que marca la línea de indigencia acumula en los últimos doce meses un alza del 20,5%, es decir que para no ser considerada como indigente, una familia tipo -dos adultos y dos menores-, necesitó en el último mes tener ingresos superiores a los 536 pesos.
El fuerte incremento admitido por el INDEC además da cuenta de un marcado deterioro de poder de compra de la asignación universal por hijo, por lo que el subsidio por hijo ya se devaluó un 11,4 por ciento. Esta cifra será mayor todavía si se tiene en cuenta que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, concedió aumentos de entre 2% y 19% a 21 de las principales compañías alimentarias y de otros rubros que abastecen a las mayores cadenas de supermercados del país. Concretamente, la inflación en alimentos se eleva a 36% por ese incremento.
Es prioritario concentrarse en la alternativa de subsidiar la nutrición. Hasta hoy, casi la mitad de los pobres o indigentes son chicos o jóvenes, y entre 900.000 y un millón y medio tiene problemas nutricionales. Sería más positivo que la totalidad del ingreso del subsidio por hijo se canalizara a través de una tarjeta alimentaria que, además de dignificar y transparentar el programa, pudiera constituir una plataforma para descuentos o subsidios selectivos al precio de alimentos, con un claro sentido nutricional.
Se hace urgente emplear políticas que dejen atrás el hambre en Argentina a través de un sistema efectivo de captación oportuna y seguimiento de niños desnutridos y una política de cambio de hábitos alimentarios hacia una dieta más saludable, que, como la asignación a la niñez, debería ser universal y no sólo orientada a los hogares pobres.
