Parecen dos gobiernos. El que marcha férreamente encolumnado detrás de la consigna de recoger el barrilete de los subsidios, porque ya no hay plata que alcance y el que se ocupa de financiar el ‘TC para Todos‘, un espectáculo deportivo de gancho que hasta el momento se emitía en buena parte por la televisión abierta. Lo que se acaba de conocer es que, más allá de los probables $1.500 millones que costará este año el fútbol, ahora los contribuyentes deberán pagar 100 millones de pesos más todos los años, durante cuatro, para ver ‘gratis‘ el Turismo de Carretera.
En pleno ajuste
Lo insólito es que este derroche innecesario se hace en momentos en que muchos funcionarios de primer nivel están realizando esfuerzos muy grandes para ahorrar una moneda que ayude a achicar el déficit fiscal, mientras que además ponen la cara para comunicar, a veces tratando de explicar lo inexplicable.
Ante lo inoportuno del dispendio, cómo se sentirá el ministro de planificación Julio De Vido, quien se empeña en fundamentar por qué ‘redireccionamiento de subsidios‘ no es aumento de tarifas en gas, agua o electricidad o aún la presidenta de la Nación, quien afirma que ‘sintonía fina‘ no es lo mismo que ajuste. O el leal Guillermo Moreno, quien aprieta los dientes y aguanta los cachetazos para cumplir con la misión de cerrar el grifo de la salida de dólares. O el pobre secretario de Transportes, Juan Pablo Schiavi quien habla de ‘tarifa plena‘ para aplicarle a aquellos que no tengan el SUBE, sin poder decirle a nadie a cuánto llegará el pasaje no subsidiado. En cuanto a la tarjetita de viajes, tampoco deberían enterarse del despropósito del costo del automovilismo estatizado los cientos de miles de personas que hacen colas, algunas inhumanas bajo el rayo del sol, para ahorrarse unas monedas.
Ataque al sentido común
Si se analiza el tiempo que pasó desde que se anunció el SUBE hasta la avidez actual, se puede inferir que el gran interés de estos días tiene que ver con la seguridad que tiene la gente que se viene sí o sí un aumento del boleto y que sólo la tarjeta permitirá gambetearlo, aunque sea en parte. Si bien los autos tienen sponsors poderosos y hasta se menciona que el negocio del TC llega con un cambio de petrolera, la experiencia del fútbol es un buen ejemplo para suponer que al Estado se le hará cuesta arriba recuperar algo del costo que se compromete asumir.
También están las menciones publicitarias que no aparecen en las tandas, porque la exposición en las carrocerías resulta de enorme efectividad y no siempre se las paga formalmente y nadie sabe adónde van a parar esos dineros.
En medio de un tiempo de ahorro rabioso, no es una buena señal que haya funcionarios que se tomen las cosas a la ligera y que se den el gusto de tirarle graciosamente 400 millones de pesos a un sector, sin atender a las prioridades. Hoy, en tiempos de apretarse el cinturón, sostener el Automovilismo para Todos con la Plata de Todos es una burla no sólo al sacrificio de muchos, sino al sentido común.
