La desesperación y la violencia aumentan en las calles de Haití, cinco días después del terremoto que dejó al menos 200.000 muertos, según calculan las autoridades.

Con la gente desesperándose cada día más, los saqueadores plagaban por las tiendas destrozadas en el centro de Puerto

Príncipe, enfrentándose entre sí con cuchillos, picadoras de hielo, martillos y piedras mientras la policía intentaba dispersarlos con disparos.

Según testigos, al menos dos supuestos saqueadores murieron producto de las balas el domingo pasado. Miembros fuertemente armados de pandillas han regresado a la barriada Cite Soleil luego de escaparse de prisión tras el sismo.

"Si las cosas explotan depende de si la ayuda llega a través de la comunidad internacional", dijo el comandante de policía Ralph Jean-Brice, a cargo del Departamento Oeste de Haití, cuya fuerza fue disminuida a la mitad debido al terremoto.

La llegada de los camiones con paquetes de ayuda genera casi siempre tumultos y caos. "Para nosotros, una distribución exitosa de alimentos o agua es aquella en la que nadie sufre daños’, dijo el capitán Marco León Peña, del contingente boliviano de la Misión de la ONU en Haití (Minustah).

Por esa razón, "nunca anunciamos el lugar donde vamos a repartir la comida para evitar tumultos", agregó Peña.

Dicha ayuda no ha llegado a muchos puntos de concentración de damnificados en estos angustiosos días. Esta situación, en parte, ha llevado a que en Puerto Príncipe se repitan con cada vez mayor frecuencia escenas en las que grupos se cuelan en comercios cerrados o almacenes, y arrojan desde el tejado todo tipo de mercancías.

Cientos de jóvenes, muchos armados con barras de hierro o madera, y algunos con cuchillos, ocuparon una importante avenida del centro de la ciudad y forzaron la entrada de varios almacenes de la calle, ninguno de ellos de comestibles.

Muchos de ellos protagonizaron enfrentamientos a golpes y empujones en plena calle por el reparto del botín, pero sin llegar a utilizar sus armas, ante la mirada de numerosos fotógrafos.

Saqueos que quedan en total impunidad, ya que los militares de la ONU que recorren las calles capitalinas pasan por delante sin intervenir, mientras que la policía haitiana dispara al aire sin éxito. Y es que además de los damnificados, a la ONU le preocupa la propia seguridad de su personal, algo que ralentiza las operaciones de ayuda. De hecho, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pidió ayer al Consejo de Seguridad que amplíe la misión de estabilización en Haití con 3.500 "cascos azules" más para reforzar la seguridad y mejorar la distribución de asistencia.

Ocurrido el martes de la semana pasada, el sismo fue de 7 grados y su epicentro estaba muy cerca de la capital haitiana, Puerto Príncipe, la zona más dañada. Mientras el gobierno no descarta que puedan haber 200 mil muertos, el primer ministro Jean Max Bellerive explicó que su gobierno ha recogido y enterrado hasta el momento 72.000 cadáveres, a los que habría que sumar los "muchísimos" retirados por sus propias familias o por la Misión de la ONU para la Estabilización en Haití (MINUSTAH).

Hay unos 600 mil afectados, lo que supone entonces la tercera parte de la población de Haití, el país que antes del terremoto ya era el más pobre de América.