Por su entrega, esfuerzo y dedicación, la mujer en el sector rural argentino en general y sanjuanino en particular han sido, son y serán motivos de homenajes en Suplemento Verde de DIARIO DE CUYO donde, año tras año, son numerosos los testimonios de quienes ponen en práctica, en lugares inhóspitos y aislados, valores ignacianos como el heroismo y la creatividad en el amor por los demás.
Este es el caso de Benita Pérez, agraciada esta semana entre las distinguidas 2016 por el Ministerio de Desarrollo Humano en la casa de Sarmiento el pasado martes, donde llegó acompañada por Carina Cortez, Rocío Pérez e Ingrid Varela de Sancasanni de la Municipalidad de Iglesia.
‘Yo tengo 85 años y nací en el Campo de Espota (NdR: a más de 3.000 msnm), donde viví 30 años. Esto es al sur de Cordillera de Olivares, más arriba de Chita y Pismantita’, comentó Doña Benita, continuando: ‘Yo tuve 8 hijos junto con Segundo Muñoz, quien falleció y me dejó sola con los niños’.
Nicolás, Rosa, Ángela, Cecilia, Elvira, Rita, Silvia y Juana, la menor’.
Entre anécdotas y recuerdos comentó: ‘A los 8 niños los tuve sola, sin partera, en la casa; sólo con la ayuda de una vecina, Ramona Torres, que cortaba el ombligo a los niños y luego los envolvíamos en pañales de franela’.
Luego de cada parto seguía trabajando sobreponiéndose a todo: ‘Una vez me dio neumonía, tos brava; me salvó el doctor Carlos Montaño, un pan de Dios que curó a toda mi familia. Él me dio penicilina y también tomaba leche de burra para la tos’.
Pero su historia no fue sencilla, como para muchas mujeres iglesianas. Luego de Espota, ‘al perder la vida mi esposo, me quedé sola y me fui con los niños a vivir a Las Flores y trabajé toda mi vida para poder sostenerlos’.
‘Gracias a Dios trabajé en la siembra y en la cosecha, deshierbando lechuga, poroto, papa y plantando álamos. Por ejemplo a esa finca de Campanario la hemos hecho nosotros, junto con Dante Montes’.
‘También he trabajado en la fábrica de velas de don Lucio Morales en Las Flores, donde además vivíamos. Las hacíamos de grasa de la hacienda: oveja y vacas. Carneábamos y allí picábamos la grasa pella chiquita, la derretíamos y la colábamos’, relató doña Benita, agregando: ‘Caliente, colocábamos la grase pella en un candelero de ocho velas con una piolita atada y luego esperábamos que se enfriara para obtener la vela’.
Orgullosa, comentó de recibir un reconocimiento: ‘Yo he hecho de todo. He lavado y he sido mucama en el hotel de las Termas de Centenario de don Audilio Carabajal con don Varas Stiger de jefe. También trabajé en las Termas de Rosales y de Pismanta y en el campo con Brígido Lorenzo’.
Finalmente, indicó: ‘No sé leer ni escribir, porque los padres de chicos no me echaron a la Escuela. En esa época de niño no había escuelas allí. Por ello a las chicas jóvenes les aconsejo que estudien, trabajen para ganarse el pan y se casen, que construyan su propia vida y formen una familia que es lo mejor para la vida’.
