Buenos Aires, 20 de agosto.- Intentó todo, no le quedó nada por hacer para lograr imponer condiciones. Probó con mantener el silencio habitual, pero no resultó. Después buscó exponer algunos errores con frases como "el puesto de lateral derecho está de remate" o "nos hacen goles que en el fútbol moderno ya no se conceden", para tocar la fibra íntima de varios… y nada. Buscó la energía en las prácticas, marcando fallas delante de quien pudiese presenciar el entrenamiento. Otra vez sin respuestas. Por eso volvió a cambiar la estrategia y regresó a las fuentes, buscó un enemigo puntual -el periodismo- y se acorazó en el discurso. Sabe que todo lo que emite es pura espuma, que la realidad se cocina en el vestuario. Allí donde Carlos Bianchi está intentando configurar su equipo.

Pide, exige y pone las reglas, pero puertas adentro. Mientras continúa con declaraciones que parecen alejadas de la realidad, a sus dirigidos el mensaje les llega con otro código. Por eso en la práctica de ayer volvió a poner énfasis en su charla de cada semana. Les hizo saber a sus jugadores que no estaba para nada conforme con el juego y también les habría pedido que tengan un poco más de cuidado cuando declaran para evitar malos entendidos y así no encender controversias.

Es que Bianchi quedó descolocado tras la victoria ante Belgrano, cuando Agustín Orion dijo que el equipo no estaba haciendo bien las cosas, mientras el entrenador decía que Boca había jugado bien. Además, las palabras de Emmanuel Gigliotti, en las que explicó que debían tener la velocidad para jugar que aplica River en su ofensiva, resultaron declaraciones que el Virrey hubiera preferido que los futbolistas no pronunciaran. No porque le moleste que tengan su apreciación de las cosas, sino por el rebote mediático que tienen.

"Conociendo a Carlos, nunca le va a caer públicamente a un jugador o en general a todo el equipo. Lo analizará más profundamente él con su cuerpo técnico y con las charlas íntimas dentro del vestuario para hacer una autocrítica más profunda. Si el mensaje es público el jugador lo siente. Después es difícil levantarlo. Sabiendo cómo es Carlos, y el manejo de grupo que tiene, él sabe de qué manera poder sacarle la mejor forma al funcionamiento al equipo", dijo Martín Palermo, en AM 1050.

Ante cada situación problemática que se le presentó al Virrey, intentó bajarle tensión. Desde aquella pelea entre Orion y Ledesma hasta las desafortunadas palabras de Juan Román Riquelme para con el DT cuando fue presentado en Argentinos Juniors. Por eso ahora pretende que cada movimiento quede bajo el más absoluto hermetismo.

Quizá las lesiones de Fernando Gago (sufre una distensión en el músculo pectíneo) y Juan Manuel Martínez (padece una distensión en el recto anterior derecho) resulten un problema. Pero indirectamente le resuelven una situación al menos incómoda. Y eso también es parte de una forma de proceder del entrenador.

Porque Bianchi desde hace tiempo que considera que Gago y Martínez están lejos de su mejor versión, sin embargo, por una cuestión de respeto por los nombres y las trayectorias, eligió darles prioridad para integrar el equipo titular, aún cuando algunos de los refuerzos que sumó para este torneo mostraban un nivel superior. Ante estas dolencias, se despejaría el camino para que el DT pueda disponer de un equipo, desde los intérpretes, más cercano a lo que le agrada. Es decir, que Gonzalo Castellani ocupe el lugar que dejaría Gago y que Jonathan Calleri, por Martínez, acompañe en el ataque a Gigliotti.

Quizá lo que más inquieta a Bianchi para los 8 juegos que deberá disputar en 21 días, es pensar en cómo resolver la ausencia de Agustín Orion, que sería convocado para el amistoso del seleccionado argentino que disputará el 3 de septiembre en Alemania (también estaría Gago en la nómina). Y en ese contexto, el Virrey ayer también recibió la noticia que el chileno Fuenzalida fue convocado por Sampaoli para los dos amistosos del seleccionado trasandino contra México y Haití entre el 6 y el 9 de septiembre. Pero mastica en silencio sin quedar expuesto.

Bianchi tiene un doble discurso, que resulta irreal para el afuera, pero que es realista en el vestuario. Todo para conseguir un equipo, una deuda que tiene desde hace un año y medio.