Las ferias americanas están de moda. Ahora, la venta de artículos de segunda mano se hace en casas particulares y hasta a través de las redes sociales. Este auge se debe a que se convirtieron en una alternativa laboral, una forma para hacer solidaridad y en un cable a tierra para los vendedores, y en la posibilidad de ahorrar y de hasta explotar la creatividad para los compradores. También, para responder a la filosofía de no despilfarrar y de reciclar. En estos negocios actualmente se puede conseguir desde ropa hasta muebles usados.
Claudia se jubiló antes de tiempo por un problema de salud, lo que le jugó en contra a su personalidad hiperactiva. Tuvo que buscar una actividad en qué ocupar su tiempo y que le dejara algunas ganancias. Hace un año abrió una feria americana en la vereda de su casa en el barrio Fanzolato, en Rawson. Comenzó vendiendo la ropa y calzado que sus familiares dejaron de usar y, ahora, compra para revender porque creció la demanda. “Mis clientes son generalmente personas que trabajan en el campo y adolescentes que no quieren gastar mucha plata en ropa”, dijo la mujer.
A 5 cuadras de esta feria americana de Claudia hay otra. Pertenece a Dolores Torres que la abrió hace 4 meses para solidarizarse con los más pobres. Dijo que se cansó de ver chicos descalzos o con ropa rota y que por eso pensó en vender prendas y calzado de segunda mano. Agregó que no los dona porque lo que gana con la venta lo ahorra para comprar los remedios oncológicos que toma. “Lo que más vendo es ropa y calzado para chicos.
Empecé vendiendo ropa de la familia y ahora la que me dan las patronas a las que les limpio la casa. Abro los fines de semana, pero también cada vez que me golpean la puerta”, dijo Dolores.
Conseguir artículos hasta por menos de la mitad de precio es lo único que moviliza a los clientes de las ferias americanas. También las visitan quienes están en contra del consumismo y a favor del reciclado. Por lo menos, esa es una característica común de los clientes que van a la feria americana que abrió hace 2 meses María Silvina Peña, en el barrio Municipal, para costear sus gastos de estudio. La chica dijo que la gente que llega hasta su negocio no es pobre, sino que considera que no vale la pena malgastar 1.500 pesos en un tapado de paño nuevo cuando se lo puede conseguir usado, pero en muy buen estado, por 300. Algunas de las clientas que asisten a esta feria, son estudiantes de diseño de indumentaria y compran prendas de segunda mano y baratas para poder rediseñar.
En tanto que en la feria americana de Paula Quiroga y Valeria Suárez, en calle Entre Ríos antes de 25 de Mayo, los clientes no sólo tienen la oportunidad de comprar barato, sino también de canjear los artículos. Las dueñas promocionan su negocio como un punto de encuentro más que una venta de usados. “Comenzamos con la idea de transmitir el hábito de desprenderse de lo innecesario, sobre todo en las mujeres a las que nos encanta guardar por guardar. Acá, además de comprar, vender o canjear, nos conocemos y compartimos hasta unos mates”, dijo Paula.
A las ferias americanas en casas particulares, se sumaron las virtuales. No disponen de un espacio físico determinado, sino que las ventas se concretan a través de las redes sociales. También, las que sólo tienen un fin solidario.
En la Casa Sahni todos los sábados y lunes de 9,30 a 12, se realiza una venta de usados. Lo recaudado se destina a comprar lo necesario para atender a los niños enfermos que se hospedan gratis en este lugar.
