Un error burocrático en los métodos del Estado para identificar personas perdidas, fue la razón por la cual un chico de 16 años que había desaparecido el 1 de febrero de 2009 en el partido de La Matanza, recién fue hallado en las últimas horas, casi 6 años después. Luciano Arruga estaba enterrado como NN en el cementerio de La Chacarita y supieron que se trataba de él por las huellas digitales que le habían tomado cuando ingresó a la morgue judicial como una víctima más de un accidente de tránsito ocurrido a las 3,21 de aquel primero de febrero.
‘Cómo puede ser que se esté buscando a una persona que ha desaparecido y no se cotejen las huellas que se disponen de esa persona con las de personas no identificadas (fallecidas) el mismo día’, se preguntó Horacio Verbitsky, titular del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
Igual, siguen las dudas. Según Verbitsky, Luciano estaba descalzo cuando lo atropellaron en un lugar para nada común para cruzar: la avenida General Paz y Emilio Castro, en el barrio porteño de Mataderos, cerca de un destacamento policial. Por eso Verbitsky no descartó que lo estuvieran persiguiendo, más aún porque la familia del joven siempre denunció que Luciano, como otros chicos pobres, eran obligados por policías a robar para ellos.
‘Se venció a la desidia, la impunidad y la mirada discriminante y criminalizante de los jóvenes’, dijo a su vez Mónica Alegre, hermana del chico, quien había denunciado torturas policiales.
