El monoblock 12 está en la parte más alta del barrio y el 8, en el medio. En los dos edificios, con 8 familias cada uno, sus pozos negros desbordan los líquidos y corren a lo largo de todo el barrio Hualilán II por una de sus calles principales, la Recabarren. Y aunque las más afectadas son esas 16 familias, hay 80 más en el resto del vecindario que se quejan porque dijeron que el olor es insoportable y que deben convivir con un foco infeccioso difícil de sobrellevar, especialmente por los niños. Es tal el drama de los habitantes del lugar que al formarse un zanjón en el pavimento por la acumulación de aguas servidas, hasta el micro dejó de pasar por allí, según indicaron.

El pozo negro del monoblock 12 está en la parte más alta del barrio, en Recabarren e Yrigoyen, y desde ahí empiezan a bajar las aguas servidas. ‘Este pozo lo compartimos 8 familias y ya se saturó, por más que de vez en cuando viene el camión de la municipalidad que lo desagota. Con los vecinos estamos tramitando poder construir uno nuevo, pero mientras tanto no podemos hacer mucho, sólo cuidarnos con las descargas y estar encerrados por el olor. Yo vivo en planta baja y la otra vez empezó a salir todo el líquido por los resumideros, por lo que tuvimos que llamar de urgencia a un camión atmosférico en medio de la madrugada. Por el horario nos cobraron $500’, contó Margot Maldonado.

Para que los líquidos que salen de la boca del pozo ciego no se estanquen en la zona de estacionamiento, los vecinos hicieron un pequeña zanja hasta el pavimento, por lo que los efluentes corren pendiente abajo. A una cuadra y media, el otro pozo negro colapsado, el del monoblock 8, también arroja sus aguas hacia la calle y ambos hilos se terminan uniendo. En ese punto, la acumulación de líquido ya rompió el pavimento y se formó una zanja, por lo que el estancamiento genera más fetidez aún. Pero, siempre favorecido por el desnivel, las aguas siguen bajando hasta el final del barrio, en el cruce con calle Jorge Newbery.

‘Los días de más calor acá no se puede vivir por el olor. Ya no dejamos que los niños jueguen afuera y aunque nos cuidamos, es imposible salir de los departamentos y no pisar esas aguas. Así que a nuestras casas llevamos todos esos virus’, apuntó Ester Guzmán, del monoblock 6.

‘Tengo un hijo de 4 años y hay días que tenemos que estar encerrados totalmente, porque no soportamos el olor. Pero además, por el cráter que se hizo en la calle ya dejó de pasar el 41, que se desvía por la otra calle’, indicó Marianela Alvarez, otra vecina.

Si bien los pozos negros se encuentran en propiedad privada y el problema debe ser afrontado por los vecinos, desde la Municipalidad de Rawson dijeron que envían cada 10 días un camión atmosférico para desagotarlos, a la vez que anunciaron que si los habitantes del barrio encaran la construcción de nuevos pozos negros, la comuna aportará los materiales, no así la mano de obra. Construir un pozo negro de dos metros de diámetro por 8 de profundidad, apto para un monoblock, cuesta entre 5.000 y 6.000 pesos.