Un interrogante vivo, encarnado en el dolor más hondo es cuánto hay de humano en la ciencia y cuánto de humanidad en los recursos que la configuran. Este dilema que no es circunstancial sino cotidiano se nos presenta como una llama encendida de protesta ante lo más inevitable.

Si quienes tienen en sus manos la vida de los hombres mantienen un estado de indiferencia ante casos que puedan presentarse como dudosos en una primera instancia y no lo investigan, traicionan el juramento hipocrático que al graduarse realizan no como una formalidad sino como un propósito vital. Este tema tan candente hoy ante hechos acontecidos pone de relieve que la salud de la población se halla en serio peligro porque el capital humano entendido como recurso no responde a las expectativas de un público mayoritario que cada día crece más en función de la pobreza. No todo es así en los diferentes sitios donde se pretende salvaguardar a los pacientes de las enfermedades más crueles.

En la mayoría de los médicos y las enfermeras hay abnegación, espíritu de servicio y criterio especial para definir y aliviar las dolencias. El buen médico habla al enfermo y su palabra es luz, dinamismo y fe. En él se asientan la credibilidad y la confianza que debe ser recíproca. Cuando la urgencia manda existen una serie de factores donde el capital humano debe jugarse y ese es un imperativo de "deber ser” en hospitales y salas de atención. Los minutos corren y no se trata ya del tiempo interior ni del exterior, se trata de la hora que marca salvar la vida hasta los últimos esfuerzos o dejarlo a la deriva en busca de la oscura tiniebla. El factor humano en la organización hospitalaria es fundamental pero existen multiplicidad de atenuantes: fatiga, stress, salarios reducidos, muchos pacientes por cada facultativo disponible, extensas horas de guardia, falta de instrumental y medicamentos, también carencias que horadan el sistema hospitalario argentino.

Sin embargo, el estado de alerta ante los síntomas y los signos máxime en la población infantil debe ser una prioridad para evitar tragedias. Nadie ignora que quien elige esa profesión lo hace con verdadera vocación y quien no la tenga debe dejar paso a otros que con mayor amplitud entiendan que la existencia humana está primero y que deben honrar cada día su tarea.