Había euforia en la calle aquel 9 de julio de 2014 en la tarde. Argentina terminaba de ganarle por penales a Holanda y se metía en la final de la copa del mundo de fútbol en Brasil. Y fue en medio de esa algarabía callejera que Horacio Antonio Orellano (34) tomó de la mano a la nena de 5 años hija de sus vecinos, y se la llevó a la pieza que alquilaba en Zonda. Y la violó.

El hecho quedó al descubierto enseguida porque la nena llegó llorando a su casa y le contó todo a su mamá, que junto a su marido y al resto de los familiares ya la buscaban con preocupación por su repentina desaparición.

‘No sé qué me pasó. No sé por qué hice eso’, diría luego el sospechoso a la enfurecida madre de la nena cuando le fue a pedir explicaciones. Instantes después, Orellano pasó a un calabozo policial y de ahí a la cárcel de Chimbas.

Aquella vez, los padres de la nena no podían creer lo que había pasado, pues eran prácticamente amigos de ese changarín que tenía un problema motriz en un brazo y serias dificultades para expresarse.

Desde entonces todo complicó a Orellano. El informe médico sobre las lesiones que presentaba la nena, la entrevista de los psicólogos sobre el daño que había sufrido. Los testigos.

Pero hubo un hecho que pareció favorecer al acusado: su informe psicológico. Según fuentes judiciales, un perito estableció que Orellando comprendía que lo que hizo no estaba bien, pero agregó que el imputado presenta un marcado retraso mental.

Al parecer, esta evaluación del profesional pesó en el análisis del caso que realizó el juez de la Sala I de la Cámara Penal, Juan Carlos Caballero Vidal (h), quien condenó a Orellano a 6 años y 6 meses de cárcel.

La pena fue menor a la que Orellano, a través de su abogado defensor Fernando Bonomo, había acordado con el fiscal Gustavo Manini. En un juicio abreviado, confesaba su autoría y aceptaba una pena de 9 años de cárcel.