Francisco ha anunciado un viaje ‘ecuménico’ a Lund, Suecia. El objetivo del mismo es concretar un nuevo paso de comunión con los hermanos luteranos. Por tanto, el viaje será como un esparcir aceite para sanar las heridas del pasado, coraje para recrear la comunión que alguna vez perdimos unos y otros. Sellará, seguramente, un nuevo vocabulario de paz y fraternidad.
La elección de la fecha no es casual. Será el 31 de octubre, un nuevo aniversario de aquel mismo día de 1517, cuando Martín Lutero clavó en las puertas de la catedral de Wittenberg sus 95 tesis, y que marcó la fractura del cristianismo occidental. Han pasado 499 años. Pero la visita del Papa se enmarca en el deseo imperioso de renovar el itinerario hacia la plenitud de la comunión. He ahí una razón para celebrar juntos el quinto centenario del inicio de la Reforma. Y también tiene que ver el día en que fue hecho el anuncio del viaje, un 25 de enero, clausura de la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
Existe un rico documento titulado ‘Del conflicto a la comunión’, verdadero vademécum del diálogo ecuménico. Fue publicado en el 2013 y difundido en las dos comunidades. ‘El Señor y maestro Jesucristo, diciendo: ‘Hagan penitencia’, quiere que toda la vida de los fieles fuese una penitencia’. Así reza la primera tesis de Lucero, que releída hoy es una invitación a avanzar por un camino de conversión individual y pastoral, y a remover obstáculos en orden a la unidad. Dios no quiere la fractura, el fragmento. Dios es Padre de todos y ama la unidad de su familia. Por eso el papa Francisco ha dicho en estos días en la Basílica de San Pablo extra muros: ‘Como obispo de Roma y pastor de la iglesia católica quiero invocar misericordia y perdón por los comportamientos no evangélicos habidos por parte de católicos en relación a cristianos de otras Iglesias. Al mismo tiempo, invito a todos los hermanos y hermanas católicos a perdonar, si hubiesen sufrido en el presente o en el pasado, ofensas por parte de otros cristianos’.
Vemos que vuelve en la predicación de Bergoglio una de las palabras clave de su pontificado: el concepto de memoria. Y ello significa conciencia de la propia identidad, amor por los orígenes, capacidad de leer el presente a la luz de experiencias ya vividas y que impelen hacia la unidad. Pero el ejercicio de la memoria ha de llevar finalmente a la gratitud. Se configura así una suerte de ‘memoria agradecida’ Siempre precedida y alentada por la purificación de la memoria misma, que lleva a reconocer errores y lentitudes en el camino de la conversión pastoral. La Providencia divina se vale del tiempo para hacer estos ejercicios de comunión.
Hay un camino en el que las dos comunidades que leen con fe el mismo Evangelio, se han lanzado con fe y coraje, alimentando la comprensión y el respeto recíprocos. Los frutos no han faltado. Comenzando por la Declaración conjunta, firmada en 1999, sobre la doctrina de la justificación, fruto del diálogo internacional luterano-católico, que en el 2017 festejará 50 años de actividad. Un documento que posee el mérito de haber anulado disputas antiguas que persistieron durante siglos. Todo un ejemplo de entendimiento y de leer juntos la Escritura y encontrar lugares de encuentro y comunión en temas delicados. El mismo viaje de Benedicto XVI en 2011 a Erfurt en Alemania, en cuyos discursos ofreció una perspectiva más madura y profunda de mirar ‘ecuménicamente’ la figura de Lutero. ‘¿Como puedo creer en un Dios misericordioso?’ era la pregunta, citada por el Papa emérito, que ‘estaba detrás de cada búsqueda teológica y cada lucha interior’ del padre de la Reforma protestante. Un tema siempre presente en el corazón de la persona y de gran actualidad, máxime en este año jubilar de la Misericordia. Ya Juan Pablo II hace varios años atrás, invitó a una nueva mirada a la persona del ex monje agustino Martín Lutero, primer traductor de la Biblia al idioma alemán, como persona de fe y llena de religiosidad.
Bergoglio no cesa en su tarea de tender puentes. Esta vez será el encuentro en Lund, comunidad luterana floreciente, a la que se une la comunidad católica de Estocolmo. Justo allí donde el cineasta Bergman ambientó su film ‘Fresas salvajes’, una de sus obras más inspiradas e inquietantes. Hay un aire puro que se respira. Existe la fuerza del testimonio común, el pastor capaz de unir los gestos a las palabras. La Iglesia ofrece así, una imagen de estar ‘en salida’, que da el primer paso sin temor. Una Iglesia preocupada en servir y escuchar, de entender y trabajar en desafíos comunes que nuestro tiempo nos solicita. Está también el deseo de brindar un testimonio común en la sociedad plural que por momentos parece olvidar lo espiritual.
Esta visita papal demuestra la voluntad de un nuevo inicio en la relación de comunidades distintas, que en las diferencias, encuentran motivos sobrados para caminar hacia una unidad tangible y mayor.
