El propósito de elevar la generación atómica hasta un 18% en la matriz energética argentina, busca contar con una fuente estable que no genere emisiones de dióxido de carbono, disminuyendo sustancialmente el empleo de combustibles fósiles. También es parte de un compromiso internacional contra el cambio climático con el desarrollo de fuentes eólica, solar y geotérmica entre otros recursos no contaminantes.
A través de la Ley 26.566 se dispuso la construcción de una cuarta central nuclear y la extensión de la vida útil de Embalse, y posteriormente se firmaron acuerdos con China para avanzar en una quinta planta atómica, todo encaminado hacia una reactivación del aprovechamiento nuclear basado en la amplia experiencia tecnológica local y la disponibilidad de uranio.
No quedan dudas sobre las bondades de la generación nuclear en la matriz energética nacional, tanto por la sustentabilidad como por la ausencia de contaminantes, igual que las fuentes ecológicas. La gran diferencia está en las operaciones que requiere una planta atómica y el resguardo definitivo de los residuos radioactivos del combustible.
Estos deshechos están actualmente en las propias centrales, enfriándolos en piletas con agua y contenedores en seco, ya que no existe en el país un lugar de confinamiento y aislamiento definitivo. Estos depósitos los mantienen Atucha I y Atucha II sobre la ribera del río Paraná, a 9 km de la ciudad de Lima, y a unos 115 km de la Capital Federal, en tanto la Central de Embalse hace lo propio a 110 km de la ciudad de Córdoba.
Finlandia es el primero en el mundo en construir un depósito permanente a 450 metros bajo la superficie y espera habilitarlo en 2023. Se trata de una estructura de granito para almacenar hasta 6.500 toneladas de encapsulado de uranio para siempre. Sin embargo el liderazgo en estos depósitos lo tiene Argentina desde hace más de 30 años con el ‘Proyecto Gastre’, en Chubut, diseñado por la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad Nacional de San Juan con un equipo de casi 70 especialistas de universidades del país y de organismos internacionales, como geólogos, petrólogos y geofísicos.
Todo se paralizó por cuestiones políticas y campañas del izquierdismo ecológico -como ahora con la minería-, mientras el gran riesgo nuclear del país sigue junto a más de 15 millones de personas, un potencial comparable con Chernóbil.