San Juan, 19 de agosto.- Le tiembla la voz, no lo puede creer. Acaba de cumplir el sueño de su vida. Estuvo frente a frente con Carlos Tevez, su ídolo, ese que tanto admira, al que ve habitualmente pegado al televisor, siempre alentando a Boca. Juan Alberto Vivares tiene 33 años y hace siete que recibe diálisis. Además, un problema de nacimiento en la cadera le impide caminar.

¿Por qué Carlitos y no otro? "Por la historia que tiene, por cómo la viene remando. Es como yo, que la lucha día a día. Yo estoy en diálisis, tres veces por semana, cuatro horas. No es lo mismo, pero la viene peleando de abajo. Gracias a Dios tuve la oportunidad de conocerlo", dijo Charly, como lo llaman, a DIARIO DE CUYO ONLINE, único medio en presenciar el encuentro. "También me gustan mucho Riquelme y Palermo, pero Tevez, por la historia que tiene, por cómo la peleó y el lugar dónde está, es lo máximo", agregó.

Hasta hace algunas horas, su sueño era sólo una utopía. Juan Alberto ni se imaginaba que iba a tener la chance de verlo, de hablar con él. Pero una persona en común facilitó las cosas e hizo posible lo imposible.

Cristian Vargas realizó las divisiones inferiores en el Xeneize y jugó junto al Apache. Ahora trabaja en el área de mantenimiento de la Clínica de la Ciudad. Allí arregla las máquinas de diálisis. Allí conoció a Charly hace unos años. Allí se hicieron amigos para toda la vida. Ayer, apenas bajó del micro en su visita a San Juan, Cristian habló con Tevez y de inmediato el 10 de Boca dio el visto bueno para el encuentro.

"Soy fanático de Boca desde toda la vida. Fui a ver al equipo por primera vez en 2008, cuando jugó con San Martín. Después no volví. Esta noche no puedo ir porque tengo diálisis", sostuvo este caucetero, que vive con su madre y uno de sus siete hermanos.
Finalmente, y luego de una espera que pareció interminable, la custodia del hotel Del Bono, donde se hospedan los jugadores del conjunto de Arruabarrena, dio el visto bueno pasado el mediodía y Vivares pudo ingresar. En el primer piso lo esperaba su ídolo, que con la sonrisa que lo caracteriza, lo saludó, lo abrazó y posó para las cámaras. Un lujo, el jugador del pueblo.